La única entrevista a Yancamil: su relato de la batalla de Cochicó

12 febrero, 2019

En febrero de 1914, hace 105 años, se registró la única entrevista conocida al cacique Yancamil. La hizo el maestro Manuel Lorenzo Jarrín y, entre otros puntos, el cacique relató su versión del último enfrentamiento entre los ranqueles y el Ejército: el combate de Cochicó, ocurrido el 19 de agosto de 1882 en cercanías de Puelén.

Según se informa en el libro “Un quijote en La Pampa. Los escritos de Manuel Lorenzo Jarrín (1883-1942)” -publicado en 2011, autoría de Claudia Salomón Tarquini, María de los Angeles Lanzillotta, Leonardo Ledesma, María Silvia Di Liscia, Valeria González Otero y Luciano Valencia- la entrevista se desarrolló el 12 de febrero de 1914, en Colonia Emilio Mitre. Allí el Gobierno nacional había confinado a Yancamil y otros ranqueles. En ese lugar el maestro y director de la Escuela 58 era el español Manuel Jarrín.
Yancamil tenía, en ese momento, 95 años y era padre de 8 hijos. “De apostura corpulenta y fuerte», lo describió Jarrín. «Bien formado, y de tez cobriza. Su fisonomía impone respeto con su espesa y larga blanca barba como la nieve, sus ojos grandes y sus cabellos brillantes de plata, lo que unido a su manera de hablar lenta y afable, le dan todo el aspecto de un anciano venerable que es acreedor al respeto y consideración. Viste con sencillez y decencia”.
Quién era
José Gregorio Yancamilera nieto de Paine Gner y sobrino de Mariano Rosas y de Epumer. Había nacido en 1819 en la mítica Leuvucó.
En 1878, al comenzar la llamada Conquista del Desierto, sobrevivió a una matanza. Yancamil y los suyos habían ido a la localidad puntana de Villa Mercedes en “son de paz”, a tal punto que concurrieron con sus mujeres e hijos. El lonko no era un weichafe o guerrero, más bien se había inclinado de manera recurrente a sostener la paz con los cristianos.
Sin embargo, al llegar al paraje Pozo del Cuadril, los ranqueles fueron detenidos por las tropas allí apostadas, separados y luego fusilados. Incluso las mujeres y los niños.
La compañera del capitanejo y dos hijas fueron deportadas hacia la zafra tucumana para engrosar la mano de obra esclava que cimentó la riqueza de la industria azucarera. “Ninguno de los ranqueles enviados a Tucumán regresó”, estableció el historiador José Depetris.

El escultor Raúl Fernández Olivi, en el monumento a Yancamil (foto de Miguel García).

El cacique logró fugarse y volvió a sus pagos. Pero los toldos de Epumer ya estaban saqueados y abandonados. Entonces intentó reagrupar a los ranqueles dispersos y comenzó a subsistir del pillaje.

En el cerro de Cochicó, el 19 de agosto de 1882, protagonizó la última batalla de los ranqueles contra el Ejército, un combate que culminó cuerpo a cuerpo con cuchillos y boleadoras.

Con frío y agotamiento, los soldados -la mayoría también ranqueles, que eran considerados «amigos» por el Gobierno- decidieron retirarse. Yancamil y su gente se quedaron con una victoria con sabor amarga. Los soldados muertos, años después, fueron elevados a la categoría de «héroes».

 

Yancamil, un óleo de Miguel García.

El cacique se refugió en la pampa profunda y recién fue capturado en la laguna del Meauco en 1883. Fue encarcelado en la isla Martín García y permaneció allí, en ese campo de concentración, hasta 1886. Protagonizó un intento de fuga en noviembre de 1883 junto al legendario Pincén y otros doce “pampas”, que huyeron en un bote hacia Uruguay. Fueron recapturados un mes después en Carmelo y reenviados, engrillados, a Martín García.

Posteriormente fue trasladado a Misiones para realizar trabajos forzosos en un ingenio azucarero de Rudecindo Roca, hermano del entonces presidente Julio A. Roca.

Yancamil, junto a otros ranqueles, encabezó el 23 de junio de 1888 llamada «La sublevación de los pampas» contra el trabajo esclavo. El cacique logró refugiarse en Paraguay durante dos años. La Argentina le pidió a Paraguay la extradición, pero nunca se aceptó.

Posteriormente, ya lograda la indulgencia, logró regresar y en 1904 se instaló definitivamente en la zona de Emilio Mitre. Yancamil recibió tierras por parte del Gobierno Nacional y con el tiempo se fue a vivir a Victorica. Murió el 8 de febrero de 1931: el guerrero, sobreviviente de decenas de batallas, falleció luego de caerse dentro de su rancho.

En 2005 sus restos fueron trasladados a la plaza central de Victorica. A metros, están los restos de los soldados con los que combatió en Cochicó.

La entrevista de Jarrín

Yancamil contó a Jarrín cómo ocurrió la batalla. En principio desmintió que hubiera tenido unos 300 lanceros, como sostuvo la versión oficial del Ejército: en realidad eran unos 17 guerreros, con lanzas y boleadoras, que se enfrentaron contra 25 soldados, con fusiles Remington.

Jarrín contó que le leyó una nota de un periódico, donde se relataba la batalla. “Después de hablar del tiempo, del campo, de las haciendas, etc., le rogué me narrase el hecho de Cochicó, y para animarlo le leí un artículo aparecido en un periódico, con motivo del aniversario del combate”, escribió Jarrín. Cuando terminó, Yancamil sonrió. “¡Cuánto se miente, Señor, cuanto se miente!”, le dijo el viejo cacique. Y comenzó su relato.

-Voy a referirle, asegurándole que esta es la verdad de lo ocurrido en ese encuentro en el que el salvaje reducido y el salvaje libre hemos luchado con desesperación, unos porque eran soldados y nosotros porque éramos indios, todos defendiendo la vida y eso que la civilización llama honor y la barbarie decíamos derecho. Era el 12 de agosto del año 1882, el cielo encapotado amenazaba descargar un fuerte aguacero, y si fuera ahora que nuestros cuerpos con la civilización se han hecho más delicados tendríamos frío, pero en aquella época, acostumbrados a todos los rigores del tiempo, ni los calores ni los fríos, ni el sol ni el agua hacían

impresión en nosotros; hacía varios días que yo y Paineo y 8 compañeros más, habíamos venido del lado del poniente distanciándonos de las tropas que había en la Provincia de Mendoza. Al entrar en La Pampa se nos unieron 7 soldados desertores, componiendo el 12 de agosto un grupo de 17 hombres armados de lanza, boleadora y cuchillo, bastante mal montados a causa de lo largo de la travesía que casi remató nuestros caballos; a poca distancia del paraje llamado Cochicó (agua dulce) avistamos un grupo de soldados que creo eran 23 hombres, indígenas reducidos al servicio del Ejercito Nacional, la sorpresa del encuentro nos obligó al ataque, así como creo que a los soldados los obligó a la defensa, los soldados iban cediendo el campo recostándose hacia el cerro de Cochicó, estaban armados de fusiles arma poco temible en manos de quienes no son diestros en su manejo, de cuchillos y algunos de boleadoras, los mandaban los tenientes indígenas Mora y Simón; al llegar al cerro, la amenaza de lluvia se cumplió y llovía copiosamente, serían las dos de la tarde, Paineo se precipitó a la lucha antes de tiempo e hizo en los primeros momentos indecisa la victoria; tres horas largas duró el combate, el cansancio de aquella lucha cuerpo a cuerpo empezaba a notarse, 3 o 4 muertos había de cada parte, los insultos se cruzaban, heridas teníamos todos, a la voz de Paineo “Terminemos de una vez” redoblamos la fuerza del ataque, fue un momento terrible, la noche se echó encima, eso favoreció el desenlace, 16 soldados aprovechando la oscuridad y contando que no podían ser perseguidos por los pocos que quedábamos y no tener caballos para eso, tomaron precipitadamente sus ensillados y se retiraron hacia el creciente, quedamos pues dueños del campo; curamos lavando nuestras heridas y poniéndoles yuyos curativos, y nos acostamos sin desensillar nuestros caballos por el temor de que viniesen a sorprendernos; al rayar el día todo estaba tranquilo y pudimos reconocer ocho compañeros muertos y 6 soldados muertos y 1 bastante mal herido pero con vida, llamabase José Trainmá, lo auxiliamos, lo cuidé y me figura no ha de estado descontento del trato que se le ha dado pues aunque Paineo quería rematarlo yo me opuse a ello, cosa que motivó nuestra enemistad, pero no lo siento, pues antes, como después y como ahora, tengo la idea firme de que a enemigo rendido no se le ataca, pero se le cuida”.

-¿A qué atribuye Ud. Señor Yancamill, eso de que 17 paisanos, hubieran vencido a 23 soldados?- preguntó el maestro Jarrín.

-Señor, a que un indio libre en aquellas épocas luchando por sostener la libertad, por la tierra que creíamos nos pertenecía, valía por 5 hombres, no temía la muerte y luchaba con coraje, esa es la causa.

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Fuente: Diario Textual.com