Base conceptual de los movimientos monárquicos:

La idea monárquica

Por Ransy Ramón Rafael Felix Cesar-Abreu - 7 de mayo, 2012

A diferencia de concepciones filosóficas de organización del Estado, la Monarquía no es ninguna ideología al estilo del conservadurismo o del marxismo. No es excluyente, aunque, evidentemente, es incompatible con ideologías extremistas de izquierda y derecha. Dada la amplitud de miras del orden monárquico, siempre se habla de la "idea monárquica" para describir este tipo de organización del Estado.

Los objetivos de los Movimientos Monárquicos en las Repúblicas y en las Monarquías. Su relevancia como grupos de interés y grupos de presión para a) la Restauración b) el Mantenimiento de la Institución Monárquica.

a) La acción monárquica en las repúblicas surgidas de la abolición de la Monarquía tiene un carácter más militante, dado que la defensa de un cambio de régimen político se une frecuentemente con el descontento general con el sistema repúblicano. La restauración monárquica en estos países depende básicamente de la existencia de un movimiento social amplio, pero no menos de la personalidad del Heredero del Trono y sus descendientes.

La acción de los movimientos en las repúblicas se centra primordialmente en influir en la opinión pública para ganarla para la causa monárquica. Dicha acción consiste por una parte en explicar el significado de la institución monárquica, y por otra, llevar a cabo actividades públicas que tengan el efecto de provocar un amplio eco en los medios de comunicación para conseguir que se hable cada vez más sobre la posibilidad de una restauración monárquica.

No en todos los países los movimientos tienen relevancia social. Esa relevancia depende fundamentalmente del sentimiento monárquico de la población, es decir, si se han mantenido tradiciones monárquicas. Podemos constatar que este sentimiento monárquico es especialmente pronunciado allí donde la Monarquía fue abolida claramente contra la voluntad mayoritaria de la población, o donde cayó la Monarquía por un efecto dominó sin responsabilidad del último monarca. Los casos más conocidos son Italia, Francia, Portugal, Brasil, Baviera, Georgia, Bulgaria, Rumanía y Yugoslavia. Luego veremos las particulariedades de cada uno.

En los países occidentales, los movimientos monárquicos eran, al principio, coherentes y seguían una estrategia uniforme; en los países orientales por razones obvias no existían hasta las reformas políticas recientes. Pero siempre cuando dichos movimientos empiezan a ganar fuerza, teniendo que temer los republicanos por la continuidad de SU sistema, nunca tardan en provocar divisiones entre los monárquicos, pues al dividir a éstos también se divide a la opinión pública, y al no dar una imagen de seriedad y unión, resulta difícil si no imposible que la mayoría de la población con derecho a voto se decida a favor de la restauración monárquica.

b) En las Monarquías se plantea la pregunta si es necesaria una acción monárquica organizada. Es frecuente el argumento que en una Monarquía existente no hace falta ninguna organización monárquica, ya que no hay que luchar por la restauración. La realidad, sin embargo, confirma nuestra opinión de que sí es necesaria, y mucho, una acción monárquica permanente y bien diseñada. El hecho de que nuestro actual monarca, S.M. Don Juan Carlos I, por sus esfuerzos por transformar nuestra sociedad en democrática salvando importantes obstáculos interpuestos por sectores del régimen anterior e incluso por fuerzas republicanas como socialistas y comunistas, y por el prestigio nacional e internacional que ha adquirido nuestro Reino gracias a este monarca ejemplar, no significa que la Monarquía esté asegurada para el futuro.

Para ver esta problemática con más claridad es suficiente estudiar la reciente discusión sobre los viajes privados del Rey y si tiene derecho a realizarlos sin poner en peligro la estabilidad y el buen funcionamiento de la Monarquía parlamentaria.

Otro ejemplo mucho más contundente es la Monarquía británica, que sufre en los últimos tiempos un grave desgaste de imagen debido a desavenencias familiares que han sido aprovechadas por la prensa que veía y sigue viendo en cualquier suceso relacionado con la Familia Real una posibilidad de aumentar sus beneficios por mayores tiradas. Aunque no parece que la vida familiar de algunos miembros de la Familia Real sea demasiado feliz, debemos sospechar que hay detrás otros intereses mucho más profundos que él de la venta de periódicos y revistas: la desestabilización de la institución monárquica misma.

Estos aspectos triviales de la vida privada de las Casas Reales, que en sí no tienen mayor trascendencia para la estabilidad del sistema político, son manipulados por sectores influyentes de tal forma que pueden hacer tambalearse a la Corona artificialmente.

Uno de los argumentos más fuertes en favor de la Monarquía es que garantiza la estabilidad política de su país y evita enfrentamientos sociales al actuar como poder moderador. Esa es la principal razón por la que muchos países del Este europeo y Brasil se planteen el restablecimiento de la Monarquía parlamentaria. Y está claro que existen muchos sectores con mucho poder fáctico que no tienen ningún interés en que el control de las jefaturas de los estados pase a manos de Reyes demócratas, progresistas y occidentales, que cuentan, además, con prestigio y popularidad.

Para evitar un rápido éxito de los movimientos pro-restauración, qué puede ser más eficaz que la desestabilización de las Monarquías existentes en occidente para convencer a los respectivos pueblos que es mejor quedarse con lo malo conocido que lo bueno por conocer, dando de ellas una imagen de decadencia y tufo.

Naturalmente existen otros sectores que tampoco muestran especial interés por la institución monárquica, pero que, ante la imposibilidad de quitarla del medio, intentan apartar al Monarca de la vida pública activa, relegándole a ocupaciones representativas o incluso decorativas para iomponer una república de hecho. Eliminan símbolos de la Monarquía para hacerla desaparecer de la vida cotidiana, lo que no es otra cosa que preparar el camino para un cambio que al final ni se notará apenas.

Todas estas son razones para convencerse de la necesidad de la acción monárquica, una acción que debe ser constante y ser realizada con conocimiento de causa. Y dado que esa labor no puede ser cosa de unos pocos, los objetivos principales es, por una parte, formar a los propios asociados para que adquieran ese conocimiento de los fundamentos y el funcionamiento de la Monarquía, y por otra, difundir con la máxima amplitud posible estos mismos conocimientos entre la población, de forma comprensible, pero contundente.

A la profesionalidad de los grupos republicanos, que han recibido formación política, ideológica y estratégica durante décadas, hay que oponer la misma profesionalidad y preparación para defender con éxito y capacidad de superación del enemigo la institución monárquica. La Monarquía se ha sacudido los polvos del pasado, ahora hay que procurar que no vuelvan a caer sobre ella. Esa es la razón de ser de los movimientos monárquicos actuales en las Monarquías existentes.

¿Partidos Monárquicos? ¡No, gracias!
La importancia de la independencia de partidos e ideologías políticas.

Una cuestión muy discutida principalmente en los países republicanos con tradiciones monárquicas es si, a fin de conseguir la restauración monárquica, resulta más conveniente crear un partido político o formar un movimiento suprapartidista.

La fórmula del "Partido Monárquico" no ha dado nunca resultados aceptables. El único partido monárquico que llegó a tener responsabilidades dentro de un gobierno nacional ha sido el PPM de Portugal, pero nunca ha obtenido en solitario más del 5%, salvo en algunas elecciones municipales como en Lisboa. Ultimamente, como consecuencia del fracaso de la coalición a la que pertenecía el PPM, la fórmula de "Partido Monárquico" ha sufrido un fuerte deterioro. Parece que ya no es más viable, y cada vez son más los que abandonan el partido para integrarse en otras formaciones políticas.

La idea monárquica es independiente de cualquier ideología política, ya que no representa ningún programa de gobierno. Un argumento importante en favor de la Monarquía es que el Rey está por encima de los partidos políticos, de las luchas por el poder. Y esa independencia política sólo la puede tener si se mantiene apartado de programas políticos.

Seguramente, muchos Monarcas gobernarían mejor que los políticos de turno; pero el poder desgasta, y tanto más cuanto más responsabilidad política asume, es decir, cuando hay que tomar decisiones sobre problemas concretos.

La institución monárquica se tiene que mantener inalterable para garantizar la estabilidad política del país entero. Por lo tanto, no puede permitirse un desgaste político al asumir responsabilidades de gobierno.

Esta es la principal razón por la que no es recomendable la fórmula de "Partido Monárquico" para organizar a los partidarios de la Monarquía. La necesidad de un programa de gobierno condiciona la institución ideológicamente, por lo que resta apoyo popular. Todo el pueblo debe poder identificarse con la institución monárquica, algo que no se puede conseguir nunca con un partido monárquico.

Las dos vertientes principales de los movimientos monárquicos: Realismo contemporáneo y Tradicionalismo-Legitimismo.

Los movimientos monárquicos actuales que con más eficiencia trabajan por una futura restauración monárquica son los que se desprenden de concepciones anticuadas. Hoy en día muy poca gente desea restablecer una monarquía donde es el Rey quien gobierna y decide la política nacional. Tampoco los Reyes o Herederos del Trono tienen interés en interferir asuntos de gobierno, porque, como ya he dicho antes, deben mantenerse apartados de actividades que pueden llevar a un desgaste de su imagen y, en consecuencia, desestabilizar la estructura del Estado.

Los movimientos que ven e interpretan la idea monárquica en concordancia con los tiempos actuales y lo que la mayor parte de la población desea, pueden encuadrarse en lo que denominamos "realismo contemporáneo".

Por otra parte tenemos a los tradicionalistas y legitimistas. Se trata, generalmente, de grupos ultra-conservadores, que se aferran a tradiciones políticas y sociales incluso cuando éstas hayan sido superadas. Los tradicionalistas valoran especialmente el componente religioso, partiendo de la legitimación divina del Rey, que queda, por tanto, subordinado a Dios, no admitiéndose la necesidad de que debe contar con la voluntad o aprobación popular. Esta idea de designación divina "por la gracia de Dios" no tiene relevancia para los monárquicos del realismo contemporáneo.

Finalmente, están los legitimistas, que son, en cierto modo, una vertiente del tradicionalismo. Cuestionan la legitimidad del Heredero del Trono oficial en base a razonamientos históricos, como p.e. renuncias de líneas primogénitas (Brasil, España, Francia) o el rechazo de sucesores que no sean varones (España).

Los tradicionalistas y legitimistas son movimientos ideológicamente definidos y defienden muchas veces opciones monárquicas no compatibles con el presente.

Las organizaciones legitimistas-tradicionalistas suelen ser numerosas, pero disponen también de muchos medios económicos. Su acción de base se realiza en forma de muchos pequeños círculos locales. Los movimientos del "realismo contemporáneo" se organizan por lo general como los partidos políticos, es decir, una organización nacional subdividida en grupos regionales y locales.

 

Arriba^^