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Gabriel Salazar:

"El movimiento mapuche está hoy liderado por jóvenes"

Por Paul Walder - Domingo, 20 de abril, 2008

Foto: Gabriel Salazar Desde finales de la década de los ochenta el pueblo mapuche de Chile, que es la principal etnia del país con un millón y medio de habitantes, inició un proceso de reivindicaciones para la recuperación de sus tierras ancestrales, perdidas no durante la conquista y colonización española a partir del siglo XVI, sino bajo las armas del estado criollo durante el siglo XIX.
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Imagen: Gabriel Salazar

Lo que se llamó la "Pacificación de la Araucanía" fue una guerra de aproximadamente un siglo, que terminó con el extenso territorio mapuche a manos de terratenientes chilenos.

Tras haber resistido cuatro siglos de ocupación y tras un siglo de aparente tranquilidad, esta etnia ha iniciado un activo proceso de movilizaciones, y también de acciones para recuperar, además de sus tierras, el reconocimiento constitucional como pueblo, lo que significa, para un país como Chile, construido sobre la idea de una tal vez artificial homogénea identidad, reconocer la realidad de su diversidad, tanto étnica, cultural como lingüística.

Las demandas del pueblo mapuche, que apuntan a desatar un apretado nudo de la historia chilena, también sugieren desarmar una institucionalidad apoyada en una historia de dominación. Una institucionalidad inspirada en criterios decimonónicos que hoy se estrellan con corrientes políticas internacionales basadas en la diferencia, en la aceptación de las minorías, en la multiculturalidad. Pero sus demandas también se estrellan con un sistema de propiedad ya sancionado, en el que hoy participa no sólo la burguesía nacional, sino el capital transnacionalizado de la industria exportadora forestal y de la pulpa de celulosa.

Se trata de un trance no menor. Por un lado crecen las movilizaciones y también la fuerza en demanda de tierras y derechos negados, la que es respondida con una fuerte represión por parte del estado chileno. Por otra parte, desde los primeros gobiernos de la Concertación se han puesto en marcha programas de devolución de tierras en el marco de la "deuda histórica con el pueblo mapuche", entrega que, ante la riqueza y alto valor de esa tierra y la actual propiedad, ha sido lenta e insuficiente.

Hacia finales del 2007  y los inicios del año en curso dos nuevos eventos han vuelto a sellar con dolor y violencia este proceso. La muerte por la policía del estudiante mapuche Matías Catrileo y la huelga de hambre de 112 días de la activista y presa política Patricia Troncoso obligaron al gobierno de Michelle Bachelet a bajar la guardia e iniciar una ronda de negociaciones. Sin duda solo una tregua para el mar de demandas.

El historiador chileno y Premio Nacional de Historia Gabriel Salazar, ha desarrollado un extenso trabajo que apunta a desandar la historia clásica, basada en héroes, efemérides y figuras políticas, para construir una historia apoyada en los movimientos sociales. Entre ellos, en los bordes de la chilenidad y también esparcida al interior de ella, aparece el pueblo mapuche como fuerza social, la que hoy se expresa y sacude a esa chilenidad y sus instituciones.

Ante un asunto tan extenso y profundo como los problemas del pueblo mapuche, parece necesario ir de lo más general a lo particular. Históricamente, durante la construcción del concepto de la nación chilena, de la chilenidad, ¿cómo se incorpora, si es que efectivamente es así, la tradición indígena?

-La chilenidad no es un concepto unívoco. Desde el punto de vista de cómo se ha construido históricamente,  es una construcción política desde el Estado, que necesitaba justificar el sistema de dominación que se estableció sobre la base de instalar una suerte de identidad nacional y definir desde arriba lo que ha sido la chilenidad. Esta construcción política se ha caracterizado más que nada por un intento de tomar ciertos aspectos de la cultura popular, estereotiparla y configurar con eso un paquete oficial, que se entendería como lo oficial, lo chileno, lo que se expresa en actos oficiales, efemérides, etc. Esa es una cosa.

Otra cosa es que la chilenidad se tragó las posibilidades de sociabilidad de los sectores populares del siglo XIX y comienzos del XX, que fueron constituidos por mestizos, básicamente, indígenas, que se encontraban excluidos, marginados, sin tierra, sin trabajo, y que fueron aglutinándose en torno a los ranchos de las mujeres populares. Los hombres no pudieron mantenerse en el campo por las levas militares, que recogían a esta gente para hacerla por la fuerza servir en el ejército, por el hecho que muchos de ellos se dedicaban a la delincuencia y al bandidaje y por ello eran perseguidos por la policía. De esa manera, la masa masculina del bajo pueblo se entregó a una suerte de vagabundaje, bandolerismo, trabajo ocasional, peonaje, que le impidió casarse y establecer familias. Por eso quedaron muchas mujeres solas, que vivieron en sus ranchos vendiendo comida y bebida, alojando gente, cantando, bailando, lo que se llamó entonces la chingana. Allí se reúnen todos los sectores populares, esta masa masculina de vagabundos y esta masa femenina de mujeres arranchadas, y ahí se va configurando una cultura popular, una identidad popular, que se caracteriza porque abarca todo contexto, desde la construcción física de la vivienda, el rancho, el tipo de comida, bebida, el baile, las canciones, poesía, leyendas, actitudes. Eso es una chilenidad típica, que no tiene nada que ver con el intento del Estado de construir una oficialmente, sacando de allí algunos elementos, para oficializarla. Eso es otra cultura. Esta es una chilenidad mucho más legítima, que pese a ello, sobrevive en ciertos bolsoenes de la sociedad actual, pero no es tan evidente como lo fue en el siglo XIX.

-En tercer lugar está la chilenidad que tiene que ver con los verdaderos dueños del país, que son los mapuches, los picunches, los pehuenches. Aquí hay otra chilenidad, que no se llama chilenidad, que es la verdadera cultura aborigen y que fue arrinconada, erradicada, diezmada. Esa cultura de resistencia que se va desarrollando, frente a la construcción del Estado chileno, fue una cultura que se asoció también con la resistencia peonal. Por eso que la cultura popular en Chile tiene notoriamente una pata mestiza, que viene de estas rancherías de mujeres, y una pata indígena, que tiene que ver con las formas de lucha y resistencia del pueblo mapuche. Recordemos que el pueblo mapuche resistió y no fue doblegado sino hasta fines del siglo XIX -desde el XVI al XIX resistió incólume la invasión española-. Fue el ejército chileno el que tras vencer en el norte en la Guerra del Pacífico finalmente logró disciplinarlo sobre la base de parlamentos engañosos y matanzas.

-La chilenidad, desde mi punto de vista, tiene una oficialidad, que es una construcción política estereotipada y falsa; por otro lado, hay una chilenidad auténtica que existe muy potente en el siglo XIX y que ahora sólo se recuerda pero que no existe de igual manera, y esta otra chilenidad latente que es el cruce entre la cultura mestiza con la cultura mapuche, que tiene que ver más con la resistencia a la dominación y que últimamente ha reaparecido mucho con la resistencia mapuche en el sur, la reconstitución de la identidad indígena - incluso con los aymaras en el norte- y la juventud popular, sobre todo la universitaria, que tiende a apoyarlos.

Básicamente dos culturas que tenderían hoy en día, por diversos motivos, a encontrarse.

-La verdad es que nunca han estado muy separadas. En el siglo XIX la masa de peones reprimida en el Valle Central escapó hacia el sur y se integró en territorio mapuche. De cierta manera, el territorio mapuche se transformó entonces en una especie de ´asilo contra la opresión´. El mapuche no excluye, es tolerante, no tiene problema en que la gente llegue, se arranche, trabaje en su territorio y se integre a su cultura. Hay un crisol cultural en la propia Araucanía entre cultura popular y cultura mapuche.  Por otro lado, las masas peonales del Valle Central tendieron a imitar las formas de resistencia mapuche y la asumen con las mismas características. Por eso la influencia mapuche se extiende al norte y al sur de la línea de la frontera y hay un mestizaje al sur y al norte. No hay una integración total, pero trabajan combinadamente. En ciertos momentos se intensifica la unión con énfasis en lo mapuche, en otros se intensifica con énfasis en lo peonal, como durante la Unidad Popular (UP) de Salvador Allende. Después de Pinochet, otra vez en lo mapuche.

Es posible afirmar que tras la denominada Pacificación de la Araucanía, en el siglo XIX, se genera un proceso de mayor integración del pueblo mapuche a las diversas estructuras chilenas.  ¿Cómo logra el pueblo mapuche mantener su identidad pese a todo el proceso de desterritorialización, de emigración, de ocupación de la Araucanía?

-Hay una etapa de la ocupación de la Araucanía que duró casi cien años, y que fue una ocupación esencialmente económica. Se construyeron ferrocarriles, se organizó el territorio en fundos, que desde el principio tuvieron un carácter capitalista, los que fueron manejados como sociedades anónimas desde Santiago, incluso con incorporación de compañías extranjeras. Una ocupación capitalista del territorio de la Araucanía acompañada por una muy fuerte presencia militar, con construcción de escuelas, con la instalación de la base del Estado. Fue una ocupación muy sistemática y muy necesitada por el hecho que Chile necesitaba expandir su frontera agrícola porque estaba perdiendo el control de sus exportaciones agrícolas. La ocupación era muy importante para ensanchar el territorio cerealero, que determinó que la ocupación fuera muy larga y sistemática. Pero al mismo tiempo se dejó subsistiendo pequeños reductos. Se le quitó aproximadamente el 90 por ciento del territorio al pueblo mapuche, pero en ese diez por ciento lo dejaron subsistir, donde quedó concentrado con sus tradiciones. Esta etapa de cien años de fuerte presión cultural, de chilenización de la Araucanía,  condujo a un relativo éxito porque las siguientes generaciones tendieron a identificarse con lo chileno. Se pierde el idioma mapuche, el mapugundun, comienzan los jóvenes a cambiar y a chilenizar sus apellidos, hay una enorme emigración de mapuches a Santiago, la mayoría se integra a la economía industrial, particularmente panaderías. Hubo una chilenización muy potente que dura hasta las décadas del 60 y 70, incluso hasta el periodo de la UP. Numerosos dirigentes mapuche se chilenizan, se convierten en diputados, aparentemente hay una integración total. Sin embargo por razones que aún desconozco, ocurre algo, que me da la impresión es la presencia militar durante la dictadura de Pinochet, que hace rememorar lo que fue la conquista española o la ocupación militar de la Araucanía, no lo sé, pero el hecho es que se produce una recuperación de la cultura mapuche en la juventud, incluso en la juventud que está estudiando en Santiago. Hay una reconversión a la identidad mapuche, una recuperación del idioma mapuche, de los apellidos mapuche, que es muy notable y ocurre en los años 80 y 90.

-Hay otra razón. La cultura mapuche tiene una estructura de poder. Está por supuesto el cacique, que es el jefe de la comunidad; la machi, que viene a ser el enlace medio religioso entre la comunidad y la tierra, que es aquí la mágica, lo que le da vida a todo; está el werken, que es el que se comunica, el relacionador público entre las comunidades con el Estado y el pueblo chileno. Pero ocurre otro hecho que aparece por esta época: es el historiador mapuche. Una de sus características es que él tiene toda la memoria en su cabeza, él no escribe, es una memoria que reproduce la historia oralmente, la reproduce de tal manera que también la dramatiza, es un actor. Cuenta la historia, y canta, baila, llora, transmite el sentimiento. Es una memoria oral, que hace que el pasado esté constantemente interpretándose de acuerdo a la realidad del presente. No busca la realidad objetiva, la verdad del presente ilumina hacia el pasado y puede transformar la verdad objetiva del pasado. Lo importante es que la memoria del presente determine la conducta. Entonces, si aparece este afán de resistir la ocupación, de resistir las matanzas de militares chilenos, la historia se va acomodando a eso. Por ello que el historiador mapuche juega un rol muy importante, por eso la memoria no se pierde, revive.

Aparentemente durante esos años aparece algo muy potente, que lleva a la creación y articulación del movimiento mapuche, que se nutre de la historia de este pueblo.

-Desde fines de los 80 y comienzos de los 90 la juventud mapuche, incluso la que está en las universidades, se reidentifica con el pueblo mapuche. Al reidentificarse comienzan ellos a dirigir en la práctica el movimiento mapuche. Son ellos los que están reaccionando, o dirigiendo la reacción, en contra de la ocupación antigua de la Araucanía, pero en su expresión actual, que es la forestal y la industria de la celulosa. Se ha producido un cambio en la estructura de poder, aun cuando no se ha derribado la antigua, que se mantiene. Quienes hoy mandan son los jóvenes, particularmente a través del vocero público que es el werken, respaldado por el historiador, que actualiza la memoria del pueblo y la historia, que la acomoda a las necesidades del momento. Todo eso explica la supervivencia. Son muchos los factores que han contribuido a que el movimiento mapuche haya resucitado de sus cenizas, rejuvenecido, porque la vanguardia mapuche es juvenil. Aunque están las machis, los caciques, a quienes respetan, son ellos, los jóvenes, los que lideran. La Coordinadora Arauco Malleco, que lidera esta reacción contra las forestales, está compuesta naturalmente por jóvenes. Eso es muy interesante y explica también que la juventud chilena ha reaccionado apoyando ese movimiento e identificándose con él. Casi toda la movilización política de los estudiantes de las universidades del sur gira en torno al movimiento mapuche. Y las tesis, las investigaciones, los profesores, también están relacionadas con el movimiento y la cultura mapuche. Eso le da mucha fuerza.

El historiador lo que estaría construyendo o rescatando es también la voluntad por recuperar la identidad y la autonomía política.

-Esa voluntad está inmersa en todo. El lazo, que es muy importante, que hay entre la comunidad mapuche y la tierra. Es un lazo identitario, que va del mapuche a la tierra y de la tierra al mapuche. Es un matrimonio indisoluble por donde se le mire. Eso hace que haya una permanencia, un compromiso, que el mapuche se juega por defender aunque no tenga motivos políticos claros. Hay un factor identitario muy profundo que tiene que ver con la relación con la tierra que determina su porfía. Por otro lado, hay que entender que el pueblo mapuche estuvo cuatro siglos luchando contra los españoles y estuvo un siglo (el XIX) en conflicto contra los chilenos; sólo el XX ha sido más tranquilo, pero de nuevo en el XXI vuelven a despertar. Su memoria es una memoria de lucha, de guerra, de resistencia. Entonces, también en la memoria está esta tradición de tener que luchar. Y todo eso configura una voluntad, que es una voluntad histórica, no política. Lo que ellos quieren es reconstruir su identidad, su cultura, su lazo con la tierra. No pretenden construir un Estado e independizarse de Chile. Es eso lo que está actuando allí y lo que le ha dado tanta fuerza al movimiento mapuche, sobre todo ahora porque si se piensa un poco todo esto configura un capital social potentísimo. De identidad, de movimiento, de resistencia política, que ha encandilado a la juventud chilena. Aquí hay motivos, ejemplos, paradigmas, que los chicos asumen como propios; hay una especie de militancia histórica de la juventud actual en apoyo al movimiento mapuche. Eso es muy interesante y es nuevo en la historia de Chile.

Un movimiento, un problema político real, que está apoyado en un nudo histórico muy real. Sin duda, un problema mayor para la democracia actual.

-Es un problema histórico no resuelto y que no está en la agenda estratégica de la nueva democracia. Que no está en la agenda del capital financiero, que es el soporte de la nueva democracia. Por eso que los gobiernos de la Concertación han respondido con políticas de parche, comprando unos fundos por aquí y por allá. Pero no hay una gran política que tenga relación con resarcir o saldar una deuda histórica, que no tiene otra solución que conseguir que los mapuches vivan en su tierra conforme a sus costumbres, manteniendo relaciones de amistad, para el desarrollo, con Chile. Eso implica  desandar toda la ocupación de la Araucanía, toda la repartición de tierras, la apropiación, la formación de un régimen de propiedad que partió en 1860 hasta el día de hoy.

¿Y eso fue legítimo? ¿Se ha legitimado?

-Yo creo que fue una legitimación de la propiedad espuria, porque se hizo sobre la base de una ocupación del territorio, sin reconocer los derechos ancestrales del pueblo mapuche ni su historia. Entonces se construyó un sistema de propiedad sobre la base de una ocupación violenta. Es otra conquista. Entonces reandar todo esto significaría lesionar y trastocar los intereses creados de capitalistas importantes, sobre todo los alemanes de la zona, y todos los industriales, la nueva burguesía agraria chilena de ese sector. Es difícil, y no creo que un gobierno se atreva a hacer eso. Es un problema histórico que no va a tener una solución estratégica a corto plazo. Naturalmente todos nosotros vamos a apoyar una solución histórica también, pero en términos políticos es muy impracticable. Pero creo que hay que hacerlo finalmente.

En este momento no tendría salida. Pero la presión del movimiento mapuche irá en aumento.

-No tiene salida, salvo la que se va a producir por el aumento de la presión del movimiento mapuche y también por la presión de los capitalistas del sur. En tanto, el Estado entremedio, que entrega soluciones en cuentagotas y a la vez aumenta la represión. Eso va a ir produciendo de tiempo en tiempo mártires. Y los mapuches con mártires son cosa seria, no cejan. La juventud chilena en los años sesenta se la jugó por la revolución, pero la apretaron y se acabó y hoy esos mismos revolucionarios son liberales, capitalistas. En cambio, los mapuches tienen otras razones muchos más profundas para no ceder. Si entran en una espiral de resistencia armada, de violencia, mientras más muertos haya, será peor.

Uno de los argumentos del gobierno es dividir al pueblo mapuche, entre "ideologizados" y el resto. ¿Funciona esa lógica al interior del pueblo mapuche?

-Hay que entender una cosa. Los mapuches es un grupo étnico con una identidad cultural muy potente, con una memoria extraordinaria, pero desde el punto de vista societal, organizacional y político no son un pueblo. Son un conjunto de comunidades, que a veces son muy distintas entre sí. No hay una unidad política pura. Podrá haber una unidad cultural pero no política. Cada comunidad toma decisiones propias. Donde dominan los viejos, estos transan, negocian. Otras comunidades, donde hay muchos jóvenes, resisten. Podría ser que con un estallido de violencia, con un aumento en el número de mártires, se fortalezca la unidad del pueblo mapuche, pero mientras tanto están dispersos.

¿Cuál es la gran diferencia entre el pueblo mapuche y otros indígenas en Latinoamérica?

-La diferencia está en que el pueblo mapuche vivió en una tierra muy rica, muy poderosa, muy generosa. Se organizaron en comunidades que veo como democráticas, con una propiedad colectiva de la tierra, y muy numerosos en la zona. Cuando llegaron los españoles había dos millones de indígenas. Actualmente hay un millón y tanto en la Araucanía y unos 500 mil en Santiago y otras urbes. Es una masa importante. Los españoles quisieron ocupar esa zona puesto que era la más rica de Chile, ganadera, agrícola, y, en aquel tiempo, de minería de oro. De allí que los españoles concentraron su colonización en el sur y fundaron siete ciudades. Santiago era solo un pasadizo. En cambio los aymaras, que ocuparon tierras pobrísimas, no fueron atractivos para la colonización. Y lo mismo ocurre con otras etnias. Se instalaron estas siete ciudades, los mapuches se rebelaron y las destruyeron.  Tuvieron que defender estas tierras tan ricas y desarrollaron durante cuatro siglos una cultura guerrera. Eso los diferencia de otras etnias, de éste y otros países.

¿Qué relación observa con otros movimientos indígenas latinoamericanos?

-Encuentro muy sorprendente e interesante la politización de los indígenas bolivianos y ecuatorianos en particular. Es una politización reciente que me parece notable y estoy reuniendo material para estudiar el tema más a fondo. Están menos atados a la cultura de la tierra que los mapuches  y están concibiendo discursos políticos con una especie de socialismo de nuevo tipo que todavía no madura muy bien pero que se ha expresado, por ejemplo, entre los campesinos indígenas brasileños en el Movimiento de los Sin Tierra. Hay allí cosas que son dignas de conocer mejor y ojalá transmitir.

En relación con este resurgimiento habría que considerar también el discurso posmoderno de las diferencia y las minorías.

-Los mapuches siempre fueron tolerantes. En cambio, los chilenos no fueron tolerantes. Fueron muy intolerantes con el pueblo mapuche, con la masa mestiza, con el peonaje, con las clases populares, lo que se nota hasta el día de hoy. El clasismo en este país llega a ser racismo. Hubo una intolerancia hacia abajo, hasta tal punto que el ejército chileno se formó y vive todavía con la idea que dentro de la nación hay un enemigo interno. Han desarrollado siempre la tesis del enemigo interno y por eso que intervienen y dan golpes de Estado no para integrar a la nación, sino para dividir y castigar al enemigo interno. Es una enfermedad cultural, histórica, gigantesca. Es muy interesante entonces lo que pasa hoy con los jóvenes, con la juventud universitaria que apoya a estas etnias. Ha aparecido en esta juventud un sentido de la tolerancia, del respeto de la diferencia, del otro, de la integración del otro, que es muy saludable para la democracia chilena, pero que es el germen de una cultura más democrática que por el momento está en las juventudes y que puede germinar en un proyecto político mucho más interesante.  En todo caso, de aquí que madure pasará un buen tiempo.

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Entrevista publicada originalmente en la revista española Contrapunto de América Latina. Publicado por Enlace Mapuche Internacional con permiso de su autor.

 

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