Vicente Mariqueo, figura clave del pensamiento mapuche, muere a los 90 años

Paula Huenchumil Jerez – 19/03/2025

Vicente Mariqueo. (Fotografía cedida por su familia).

Perseguido por la dictadura y exiliado en el Reino Unido, dedicó su vida a la defensa del pueblo mapuche y a la denuncia del racismo. Fundador del Comité Exterior Mapuche (CEM), fue un actor clave en la organización mapuche en el extranjero y en la lucha por la autodeterminación indígena a nivel internacional.


Recorrió 12.000 kilómetros. No era un viaje, era un destierro. Para Vicente Mariqueo Quintriqueo, no había alternativa: el exilio era la única forma de seguir con vida. Detenido, encarcelado y torturado tras el golpe militar del 11 de septiembre de 1973, su vida cambió para siempre cuando la dictadura cívico-militar liderada por Augusto Pinochet lo obligó a salir de Chile. Partía con la certeza de que la distancia no pondría fin a su causa, sino que la llevaría a nuevos escenarios.

Nacido en 1935 en Roble Huacho, una comunidad rural de la comuna de Padre Las Casas en Temuco, Mariqueo creció en un entorno marcado por la lucha histórica del pueblo mapuche. Desde joven comprendió que la organización política era clave para enfrentar la desigualdad.

En 1964, mientras estudiaba la carrera de técnico agrícola en la Universidad de Chile, en la ciudad de Temuco, comenzó a forjar su camino como líder estudiantil. Se convirtió en representante del Movimiento Universitario Araucano y, al año siguiente, fue uno de los fundadores y dirigentes de la Federación de Estudiantes Indígenas (FEI), un espacio que buscaba abrir las puertas de la educación superior a los jóvenes mapuche.

El trabajo de Vicente Mariqueo no se limitó a las aulas universitarias. A medida que se adentraba en las luchas sociales de su tiempo, comprendió que la transformación no solo pasaba por la educación, sino también por la organización laboral y comunitaria. Entre 1966 y 1970, lideró la Asociación de Trabajadores de la Remolacha Azucarera en Cautín, donde articuló las demandas indígenas con las reivindicaciones laborales, uniendo a obreros y campesinos en la búsqueda de condiciones más justas.

Pero su compromiso no terminó allí. A fines de la década de 1960, se involucró en el movimiento de “familias sin casa”, un proceso de organización social que culminó con la fundación de la población Leufucura en Temuco, cuyo nombre mapuche se llevó a cabo gracias a su insistencia. Para Vicente Mariqueo, no era solo una cuestión simbólica: reivindicar la lengua y la identidad mapuche era una forma de resistencia, de marcar presencia en una ciudad que, como tantas otras, avanzaba sobre el territorio indígena con nombres impuestos.

En 1965, su convicción de que la lucha debía trascender lo llevó a firmar una carta dirigida al vicepresidente de la República, Bernardo Leighton, durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva (1964-1970). No estaba solo. Según el historiador Sergio Caniuqueo Huircapan, en su estudio “Pueblo mapuche: entre la Unidad Popular y los primeros años de la dictadura cívico-militar (1969-1978)” (Clacso), la misiva fue respaldada por diversas organizaciones indígenas, entre ellas el Movimiento Indígena de Chile, la Sociedad Araucana Galvarino de Santiago y el Movimiento Universitario Araucano de Temuco.

El escrito exigía mejoras en salud, educación, acceso a la tierra, apoyo técnico para la producción agrícola, vivienda digna y reconocimiento político. Para Mariqueo y sus compañeros, era un acto de justicia. Para el Estado, era una amenaza.

Por ello, incluso antes del golpe de 1973, los organismos de seguridad ya lo tenían en la mira. Según los textos analizados por el historiador Sergio Caniuqueo, junto a la carta enviada al vicepresidente Bernardo Leighton, se encontraba un memorándum de la Intendencia, “sin fecha, probablemente redactado por una de las policías, que individualiza a Vicente Mariqueo Quintrequeo”:

“Este es el cabecilla de un fuerte grupo de esta tendencia que existe en el Centro Universitario Regional, formado por descendientes indígenas.”

Aquel documento no solo confirmaba la vigilancia sobre Mariqueo, sino que revelaba la creciente inquietud de las autoridades por la organización política mapuche. La supervisión estatal fue solo el primer paso. La persecución estaba por venir.

Del cautiverio al exilio: la represión que marcó su destino

El golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 desató un brutal aparato represivo que se extendió a todos los rincones del país. Para la dictadura, Mariqueo no era un opositor más: su papel en la Corporación de Reforma Agraria (CORA), y su trabajo en la restitución de tierras a comunidades mapuche, lo convirtió en un enemigo directo del régimen.

En octubre de 1973, fue arrestado. En prisión, sufrió interrogatorios, golpes y torturas, en un intento por doblegar su voluntad y desarticular los espacios de resistencia en los que había participado. Su detención no era solo un castigo personal: era un mensaje para todos los líderes mapuche. La lucha por los derechos indígenas no sería tolerada.

Su liberación no fue inmediata ni sencilla. Fue el resultado de intensas gestiones de su familia y de la presión ejercida por una iglesia, que, junto con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, logró asegurar su salida del país. En enero de 1974, fue liberado con la condición de exiliado forzoso. Partió de Chile junto a su familia.

El destino final fue Inglaterra, donde, pese al dolor del desarraigo, se convirtió en un pilar fundamental para la comunidad exiliada. En Bristol, fue miembro fundador y presidente del Comité de Refugiados de Chile, desde donde trabajó para apoyar a quienes, como él, habían sido obligados a dejar su país. Para sostener a su familia, desempeñó distintos oficios y, durante años, trabajó como cuidador en un establecimiento educativo hasta su jubilación.

Desde el exilio, no sólo reconstruyó su vida, sino que amplió su causa. Su voz, antes confinada a las luchas territoriales en Chile, comenzó a resonar en espacios internacionales, donde el pueblo mapuche ganaría visibilidad como parte de una lucha global por los derechos indígenas.

Internacionalización de la causa mapuche

Desde el exilio, Vicente Mariqueo se convirtió en una de las figuras clave en la internacionalización del movimiento mapuche. Consciente de que la lucha por los derechos indígenas debía trascender las fronteras de Chile, participó activamente en espacios internacionales.

En 1977, su labor lo llevó a asistir a tres encuentros fundamentales: la Conferencia Barbados II en julio, la Segunda Asamblea General del Consejo Mundial de Pueblos Indígenas y la Conferencia de Ginebra de organizaciones indígenas y ONG. Estos eventos fueron cruciales para visibilizar la represión que sufrían los pueblos indígenas en América Latina y sentaron las bases para la posterior creación, en 1982, del Grupo de Trabajo sobre Poblaciones Indígenas de la ONU.

Sin embargo, a medida que profundizaba su activismo en el exterior, comenzó a tomar distancia de los partidos políticos. Observó con preocupación que, dentro de estos espacios, las demandas mapuche quedaban relegadas o directamente invisibilizadas. Fue así como en 1978 impulsó la creación de una estructura de organización autónoma, enfocada en el apoyo a los presos políticos mapuche y en la coordinación de ayuda humanitaria para las comunidades que resistían en Chile.

En ese contexto, convocó el primer Encuentro Mapuche de Londres -Ka Mapu Mapuche Trawum-, realizado entre el 25 y el 28 de enero de 1978. La reunión congregó a mapuche exiliados de distintos países europeos y se transformó en un hito en la organización política del movimiento en el extranjero. Su principal objetivo era denunciar la represión ejercida por la dictadura y las condiciones políticas y económicas que afectaban al pueblo mapuche, además de fortalecer lazos de solidaridad con las víctimas del régimen y sus familias.

Afiche del Primer Encuentro Mapuche de Londres. (Fotografía: Mapuche International Link).

De esta instancia surgió el Comité Exterior Mapuche (CEM), una organización que sistematizó el trabajo de denuncia desde el exilio. Con el CEM, Vicente Mariqueo y otros exiliados mapuche fortalecieron la recopilación de información sobre la represión en Chile, elaboraron proyectos de apoyo a las comunidades indígenas y establecieron redes con organismos internacionales de derechos humanos.

La labor del CEM no se limitó a la acción política y humanitaria; también fue clave en la difusión de la causa mapuche a través de comunicados, circulares y cartas dirigidas a organizaciones indígenas, organismos de derechos humanos y gobiernos. Su objetivo era claro: dar visibilidad a la situación del pueblo mapuche, denunciar el racismo y consolidar redes de apoyo internacional.

Uno de sus principales esfuerzos en esta línea fue la creación del Boletín Informativo Mapuche (1978-1982), publicado en Inglaterra con el respaldo del Indigenous Minorities Research Council. Más que un simple boletín, esta publicación se convirtió en una herramienta de resistencia y difusión. Sus páginas no solo contenían información sobre la situación política y social, sino que también documentaban las luchas de los pueblos indígenas en América Latina. Además de noticias y denuncias, el boletín incorporaba relatos en mapudungun, reafirmando la identidad cultural mapuche en un contexto de exilio.

Sus últimos días en su tierra

A finales de la década de 1990, Vicente Mariqueo dejó Inglaterra para regresar a la Comunidad de Juan Mariqueo, en el sur de Chile. Allí, en la tierra que lo vio nacer, cerrando de alguna forma el ciclo de un exilio que lo había marcado por más de dos décadas.

En sus últimos días, expresó un deseo recurrente: visitar el río Quepe, aquel rincón de su infancia que llevaba consigo como un refugio. No alcanzó a hacerlo, pero falleció en su territorio ancestral el 12 de febrero de 2025, rodeado de su familia y seres queridos.

Su despedida fue un homenaje a su historia y a la lucha que definió su vida. Familiares, vecinos y dirigentes mapuche se reunieron para rendirle tributo. Parte de la ceremonia se llevó a cabo en mapudungun, su lengua materna, mientras el sonido del kultrún marcaba el pulso de la despedida.

Desde distintos rincones del mundo, organizaciones de derechos humanos y redes indígenas enviaron mensajes de reconocimiento. Desde Bristol, su hermano Reynaldo recordó su trayectoria a través de Mapuche International Link, reafirmando la vigencia de su trabajo y el impacto de su legado.

En nombre de la familia, Xaxa Mariqueo evocó su vida y compromiso, resaltando su rol como organizador incansable y articulador de redes de resistencia.

La periodista Paula Huenchumil compartió unas palabras sobre su legado y leyó un mensaje de su compañero de exilio en Europa, Arauco Chihuailaf, quien desde Francia destacó: “Su gran espíritu de superación desde su niñez en el campo, su lucidez y capacidad de liderazgo, su lucha incansable por la causa mapuche y la justicia social. Representó y trabajó por los mapuche tanto en Chile como en el exterior.”

Funeral de Vicente Mariqueo. (Foto Paula Huenchumil).

 

Mientras que Aucán Huilcamán, werken del Consejo de Todas las Tierras, le rindió un homenaje en mapudungun:

“Nos conocimos en Ginebra cuando usted ya había librado muchas batallas. Yo era muy joven, y ahí nos encontramos en varias oportunidades para afirmar, promover y sostener nuestros derechos como pueblo. En la declaración, quedó plasmado el derecho a la libre determinación de los mapuche, el derecho más alto que tienen los pueblos en el mundo. Hoy, peñi Vicente, el desafío sigue siendo cómo darle forma a ese derecho, cómo materializarlo para nuestro pueblo… Peñi Vicente, le deseo un buen viaje. Su vida estuvo comprometida con los derechos del pueblo mapuche. Que llegue al lafken mapu donde se han ido nuestros antepasados.”

Cuando la ceremonia terminó, los asistentes se dirigieron al cementerio de la comunidad. Hubo silencio. Luego, la voz de su hija rompió la quietud. Nacida en pleno proceso del exilio, le habló a su padre en inglés, con la emoción de quien ha vivido entre dos mundos, entre dos tierras. No todos entendieron sus palabras, pero nadie necesitó traducción. Era el lenguaje del duelo, de la despedida.

En su funeral convivieron tres idiomas. Fue el reflejo de su vida, marcada por el exilio, por la supervivencia, por los lazos que creó en distintas geografías. En su despedida, como en su existencia, resonaban las voces de aquellos que quedaron en Chile y de quienes lo acompañaron en la lejanía.

A lo largo de su vida, Vicente Mariqueo fue mucho más que un exiliado. No solo llevó consigo la memoria del desarraigo, sino que convirtió su propia historia en un testimonio vivo de resistencia. Desde su juventud hasta sus últimos días, denunció con firmeza que al pueblo mapuche no se le trataba con igualdad. Tanto en Chile como en el extranjero, alzó la voz contra el racismo estructural, el despojo territorial y la discriminación generalizada que afectaba no solo a su pueblo, sino a todas las naciones indígenas.

Fue una voz que nunca se apagó, un arquitecto de espacios de lucha, un defensor inquebrantable de su gente. En el exilio y en su tierra, su legado sigue vivo.

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Fuente: interferencia.cl