El Chancho Colorado y El Exterminio de los Onas

Publicado por MIL - 17 de diciembre, 2014

A José Menéndez, me entero por el diario La Nueva España, se le piensa honrar con el nombre de una calle y un monumento en su ciudad natal, Avilés, en Asturias, España. Este señor ha sido el primer eslabón de la familia Menéndez Behety, propietaria de una de las mayores fortunas del cono sur. La historia la escriben los vencedores, se suele decir, y me ha extrañado que entre los descendientes de José Menéndez, haya historiadores fieles a defenderle de manera subjetiva. Los indios onas o selk´nan, como ellos mismos se denominaban, llegaron a tener unos 82 linajes, hasta que fueron aniquilados por los cazadores de indios, entre ellos un tal John Mac Lennan, más conocido como el Chancho (cerdo) Colorado.

La historiadora canadiense Anne Chapman, doctora en Antropología por la Universidad de Columbia (Nueva York) y doctora en Antropología por la Universidad de la Sorbona (París) opina que “la célebre matanza de Selk’nam perpetrada en Cabo Domingo por el Chancho Colorado, administrador de las estancias de José Menéndez, dejó un saldo de 400 cadáveres esparcidos e insepultos ( citando a La Patagonia Trágica de J. M. Borrero). Según el libro. “La Guerra de Chile Chico”, de Francisco Campo Ducasse, en una edición de la Universidad de Viña del Mar, Chile, “para el salesiano Maggiorino Borgatello, una de las principales causas de la extinción era la actitud del gobierno argentino que comenzó a vender a los europeos extensísimos campos en la Patagonia, sin pensar que había en estos campos numerosos indios que de tiempo inmemorial los poseían y con toda razón estos se creían verdaderamente sus dueños.

Deberían haberles dejado una buena porción de terreno donde pudieran reunirse y poder vivir como habían hecho hasta ahora de la caza y de sus pequeñas industrias. En lugar de eso no pensaron para nada en los indios”. María Andrea Nicoletti, en su trabajo “Los misioneros salesianos y la polémica sobre la extinción de los selk’nam de Tierra del Fuego", publicado por la Universidad Nacional de Comahue, Argentina, afirma que uno de los misioneros, monseñor José Fagnano escribía al ministro Amancio Alcorta acusando a Menéndez de «dar caza a los indios, sea por sus peones que van haciendo excursiones en los bosques, sea por la policía, cuyo inspector vive en la misma estancia del señor Menéndez; y los agentes policiales, distribuidos en los puestos que sirven de ovejeros».

En la polémica historiográfica entre los salesianos, opina Lorenzo Massa, también intervino el historiador oficial de las familias Braun, Menéndez y Behety. Así Armando Braun sostuvo, junto a los historiadores de la Academia de la Historia y con algunos salesianos (Entraigas y Massa), un intercambio epistolar con el que buscaba suavizar el buen nombre de sus antepasados y la «honra de los meritorios pioneros» (Revista eclesiástica 1936: 59), justificando la extinción de los selk’nam por una «absoluta inadaptación física a la vida civilizada» (Revista eclesiástica 1937a). Lo cierto es que la estancia (el rancho) de los Menéndez Behety es utilizado ahora por el turismo y se recuerda los generosos aportes presuntamente filantrópicos de José Menéndez a la Escuela de Miranda, el barrio avilesino donde nació, entre otras donaciones.

María Andrea Nicoletti es profesora en Historia (Universidad Católica Argentina, 1986) y Doctora en Historia de América (Universidad Complutense de Madrid, 1989). Radicada en Neuquén desde 1989. Actualmente es investigadora asistente del CONICET con sede en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional del Comahue, con colaboración externa en el equipo de investigación sobre Historia de la Educación Regional dirigido por la Licenciada Mirta Teobaldo.Asimismo, es investigadora de la historia argentina de los siglos XVIII y XIX, en particular la de la Patagonia. Actualmente, como Investigadora Asistente del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina), trabaja sobre el proyecto "La imagen de la Patagonia y sus habitantes en el ideario salesiano". Expuso comunicaciones o ponencias en veinte congresos y reuniones científicas. Disertante en veinte cursos de capacitación para docentes de los niveles Medio, Primario e Inicial, sobre Ciencias Sociales.

Nicoletti considera que "El violento distanciamiento entre los salesianos y las familias Menéndez, a causa de la extinción de los selk’nam, ocasionado por las acusaciones de los salesianos que fundaron las misiones, comenzó a tegriversarse en los escritos de la generación sucesiva, tanto de salesianos como de los mismos Braun Menéndez. El centro de la polémica, que avivó las opiniones de Fagnano, de Agostini, Beauvoir y Gusinde, puso el acento en la violencia y la muerte injusta e indiscriminada de los selk’nam. Así, los antiguos enemigos se convirtieron en cómplices e hicieron una lectura de la historia que intentaba superar viejos rencores, correr de la escena de la violencia a la familia prestigiosa y ante lo inevitable: la desaparición de los selk’nam, buscar una explicación muy alejada e aquella que con justicia esgrimieron sus protagonistas".

Joaquín Bascopé, escribe en su libro “Tres notas sobre la colonización de la Patagonia Austral": “El 'problema ona' en Tierra del Fuego, acerca de la necesidad de su evacuación pacífica o sangrienta ante el avance ganadero. Las denuncias del padre Fagnano a José Menéndez, así como el acalorado debate entre aquél y el gobernador chileno Señoret, respecto a la deportación de los indios a la misión de isla Dawson, fueron algunos de los episodios. Bascopé aconseja para el primer episodio leer la obra de José Manuel Gómez Tabanera “El emigrante asturiano José Menéndez (Miranda de Avilés, 1846-Buenos Aires, 1916), "Rey sin corona" de Patagonia y Tierra del Fuego (Chile / Argentina) y la extinción de los indígenas”, Boletín de Estudios Asturianos, 119, 1986: 937-979, pp. 944-960.

En el blog calbayaheu se publica que “ en la primera decada del siglo XX, Alejandro Mac Lennan fue "un siniestro personaje escocés, colaborador de Jose Menendez, a quien ayudó a fundar sus estancias. Mclennan tenía a su cargo la misión de comandar el exterminio de aborígenes e invitó a una tribu ona, a la que él había estado hostigando, a un banquete para sellar un acuerdo de paz. Durante el banquete, Maclennan sirvió muchas cantidades de vino. Al comprobar que la mayoría de los aborígenes se habían embriagado, en especial los hombres, Maclennan se alejó del lugar y ordenó a sus ayudantes, apostados en las colinas, disparar con armas de fuego contra toda la tribu. Monseñor Fagnano (de la Orden de los Salesianos) también lo confirmó en un escrito señalando que McLennan “ganó en un año, en premios por tan macabro hecho, la suma de 412 esterlinas, lo que quiere decir que en un año habían muerto 412 indios. Esta deplorable hazaña fue festejada con champagne, en medio de una incalificable orgía, por algunos miembros de la compañía que brindaron por la prosperidad de la 'Explotadora' y por la salud del brillante tirador”.

Eduardo Galeano asegura en su blog 'delorigen.com.ar' que "los alambrados de José Menéndez y la introducción de cientos de miles de lanares en la tierra de los onas, a fines del siglo XIX, espantaban los guanacos, sustento principal de los selk’nam (por su carne como alimento y sus pieles para sus vestimentas), quienes vieron una alternativa en el ‘guanaco blanco’ –como denominaban a la oveja-, desconociendo que era ‘propiedad privada’". Añade, a continuación, que "pronto, los grandes estancieros se organizaron y comenzó la cacería de los selk’nam. Federico Echeuline, mestizo selk’nam-noruego fallecido en 1970 testificaba “Y así, pa’ no morir de hambre, buscaban los animales de los Menéndez. Por eso los mataba Menéndez”. Los nuevos ‘dueños’ del país selk’nam contrataban ‘cazadores de indios’ profesionales, como Mc Lennan, Mr. Bond, John Mc. Rae, Kovasich, Albert Niword, Sam Islop, Stewart, Peduzzi, Julius Popper, José Dias".

Luis Garibaldi Honte, mestizo selkn’am-italiano, testificaba, “después de veintiún años de explotar la tierra, trajeron unos pocos indios acá. Pero onas no vinieron más que tres mujeres: la Paula, la Raquel y la Petronila, fueron las únicas que vinieron acá, hombres no vino ninguno”.

El doctor Antonio E. Díaz-Fernández, descendiente del pueblo diaguita-kalchakí afirma que "aún espera la justicia del pueblo selk´nam de la Patagonia Austral por las tropelías de los estancieros Braun Menéndez, con la complicidad y colaboración del Estado. Los gloriosos 100 años de la Sociedad Importadora y Exportadora de la Patagonia aún esconden en sus góndolas las orejas cortadas a los onas, acribillados por sus cazadores a sueldo como el asesino Popper y sus cuadrillas de tiro.

La expansión del latifundio Braun Menéndez en territorio austral significó el fin de la cultura y la lengua del pueblo Selk´nan y otros como los Yámanas y Qawasqar o Alakalufes, todos mal llamados onas.

¿A 100 años del genocidio indígena quién juzgará estos crímenes de lesa humanidad?

¿En el “país de los derechos humanos” será posible aún juzgar a los Braun Menéndez?

¿El Estado Argentino devolverá las tierras usurpadas a los pueblos originarios y concedidas a los grandes latifundistas?

El preámbulo de la constitución reza “invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia” ¿A qué justicia y razón se refiere?"

Por otro lado, Juan I. Irigaray escribíó en Crónicas, suplemento del diario El Mundo, publicado el 6 de enero de 2008, que ante una sublevación de trabajadores que demandaban el pago de los salarios en efectivo, que se efectuaba en especies, así como otras reivindiciones, "la mejor idea del Gobierno del presidente argentino Hipólito Irigoyen (mandatos 1916-22/1928-30) fue enviar al X Regimiento del Ejército, que se desplazó al mando del teniente coronel Benigno Varela. Este oficial ordenó la caza y fusilamiento de los huelguistas. Unos 1.500 trabajadores -excepto Soto, que se fugó a caballo a Chile- cayeron muertos bajo las balas de los máuser y fueron enterrados en fosas colectivas y anónimas. Uno de esos osarios aún hoy está dentro de la estancia (cortijo) La Anita, que entonces era propiedad del asturiano José Menéndez. Aquella orgía de sangre saltó a la luz medio siglo más tarde, en 1974, merced al trabajo del historiador Osvaldo Bayer, que viajó a través de la estepa austral recolectando datos y finalmente publicó cinco tomos de su obra La Patagonia rebelde y Los vengadores de la Patagonia Trágica.

Realmente no se sabe a ciencia cierta si José Menéndez colaboró cristianemente para que tuvieran lugar los enterramientos o actuó en complicidad con la política del gobierno argentino. El propio José Menéndez solía invitar en su estancia (rancho) al general Julio Argentino Roca, que había propuesto, siendo ministro de Guerra del presidente Hipólito Irigoyen, "una guerra ofensiva contra los indígenas de la Patagonia". Roca con un ejército moderno y bien pertrechado dirigió posteriormente la matanza de miles de indios en la Patagonia. El Informe Oficial de la Comisión Científica que acompañó al Ejército Argentino es considerablemente específico respecto de los resultados de la guerra, y a la opinión que el gobierno argentino tenía sobre los indígenas:

"Se trataba de conquistar un área de 15.000 leguas cuadradas ocupadas cuando menos por unas 15.000 almas, pues pasa de 14.000 el número de muertos y prisioneros que ha reportado la campaña. Se trataba de conquistarlas en el sentido más amplio de la expresión. No era cuestión de recorrerlas y de dominar con un gran aparato militar, como lo había hecho la expedición del general Pacheco al Neuquén, el espacio que pisaban los cascos de los caballos del ejército y el círculo donde alcanzaban las balas de sus fusiles. Era necesario conquistar real y eficazmente esas 15.000 leguas, limpiarlas de indios de un modo tan absoluto, tan incuestionable, como la más asustadiza de las asustadizas cosas del mundo, el capital destinado a vivificar las empresas de ganadería y agricultura y sellar la toma de posesión por el hombre civilizado de tan dilatadas comarcas".

Las cordiales relaciones entre José Menéndez y Julio Argentino Roca, cuando fue elegido presidente de la Argentina, están reflejadas por Armando Braun Menéndez en su Pequeña Historia Magallánica:

"Con el fin de evitarle al General Roca una vuelta al Belgrano en la fría madrugada, el conocido hombre de negocios don Jose Menéndez lo invitó a alojar en su casa particular. Este hogar de Punta Arenas siempre tuvo la puerta abierta para los huéspedes argentinos; no podía faltar pues el Presidente de los Argentinos. La mansión situada frente a la plaza y a pocos pasos de la gobernación, tenía la particularidad de ser el primer edificio construido en Punta Arenas con otro material que no fuese madera. Por aquel entonces no podían fabricarse ladrillos en la localidad. Pero don José Menéndez no se detenía ante inconvenientes de esta naturaleza; ordenó traerlos de Montevideo (Uruguay); y así fue hecho " .

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Fuente: Taringa!

 

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