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En el Bicentenario de la Independencia de Chile:

Una Ola de protesta azota dentro y fuera del país Mapuche

Por Reynaldo Mariqueo – 12 de septiembre, 2010

La huelga de hambre de 34 presos políticos mapuches en protesta por la violación de sus derechos humanos, ha desatado una ola de movilizaciones en Chile y en el exterior. Hoy se suman a la huelga nuevos voluntarios, mientras otros anuncian que lo harán dentro de los próximos días. Un escenario sombrío se percibe en Chile que entorpece los proyectos de celebración del Bicentenario por el actual gobierno.

Mientras el Gobierno Chileno promueve con toda pompa y bajo un ambiente patriotero la conmemoración, el próximo 18 de septiembre, del bicentenario de la fundación de la república, 34 presos políticos mapuches, confinados en diversas cárceles chilenas, se encuentran en huelga de hambre, 32 de ellos desde el pasado 12 de julio, consecuentemente el diagnostico de su estado de salud es de riesgo vital. Los presos mapuches protestan por la violación de sus derechos humanos, exigen el respeto al debido proceso, poner fin a los montajes policiales y judiciales y el fin del uso de la Ley Antiterrorista.  

Este terrible dilema, que afecta a los presos en huelga de hambre y sus familias, lo es también para todo el pueblo mapuche, quienes -estos últimos días- comienzan a sumarse a la huelga de hambre, entre ellos 4 parlamentarios chilenos. A los mapuches nos une la angustia, el rencor y la incertidumbre, sentimientos que se van expresando en diversas formas en respuesta a la actitud del Gobierno Chileno de desprecio a las vida de los presos mapuches, por el que muestra una total insensibilidad a sus sufrimientos e indiferencia a sus justas demandas por el que están dispuestos a dar sus vidas.

A la huelga de hambre mapuche se suma el dilema que afecta a 33 mineros y sus familiares que, a pesar de la enorme solidaridad nacional e internacional, además de los loables esfuerzos del Gobierno chileno para salvarle sus vidas, quien el propio Presidente Piñera se hizo presente en el lugar del desastre para expresarle personalmente su solidaridad a nombre de su gobierno y de la nación, gesto que todos reconocemos como noble y de un incuestionable sentido humano. A pesar de este apoyo moral expresado a los mineros que se encuentran atrapados 700 metros bajo tierra, no deja de ser un duro golpe al estado anímico que afecta a la población chilena en este bicentenario.  De paso no podemos dejar de advertir la actitud totalmente opuesta tanto de la prensa como del gobierno chileno en relación a la huelga de hambre de los 34 presos mapuche, para ellos no hay visita presidencial, ni gestos solidarios a sus familias, no hay comprensión a su dilema, ni diálogo. El presidente declara a Chile y el mundo que la huelga de hambre es ilegal y que no habrá diálogo hasta que no “depongan la huelga”. Aquí la vida del indígena, como lo fue en el pasado, tiene otro valor y otro significado.

Me parece importante en este bicentenario chileno reflexionar sobre algunos aspectos de la historia oficial, en especial aquellos eventos que se contradicen con la versión conocida por los mapuches, situación que no ayuda a crear la comprensión y promover un ambiente de confianza entre las partes concernientes. A esto se suma la falta, de parte del estado chileno, de reconocer los derechos del pueblo mapuche que en su calidad de pueblo originario le son inherentes, derechos que además le son reconocidos en diverso instrumentos internacionales de la ONU.

En efecto, la política de “integración” del mapuche, después de casi 130 años de la ocupación de su territorio por el estado chileno, ha estado exenta de la justicia y reconciliación, lo cual ha impedido armonizar los intereses y derechos en beneficio de todas las partes involucradas. A lo anterior se suma los prejuicios raciales y el mito de la superioridad racial y cultural, de una sociedad que no reconoce la diversidad cultural, incitando a los mapuches a tener que aferrarse a la lucha de sus ancestros en busca de su propio proceso de liberación.

¿Porqué los mapuches no pueden festejar el Bicentenario?

Muchos mapuches creemos que nuestro pueblo representa un 10% de la población chilena, porcentaje que no se sumará a los festejos del bicentenario, las razones son simples, en el momento de la creación de la republica los mapuches eran y siguieron siendo libres e independientes en su territorio jamás conquistado por potencia extranjera y reconocida por España en el tratado de Killen el 6 de enero de 1641. Consumada la ocupación de su territorio y a pesar que los mapuches son oficialmente considerados chilenos, en la práctica no son aceptados como tales, ni tratados con igualdad de derechos con el resto de la población. La discriminación nos indica que el trato hacia el indígena y su cultura es de desprecio, actitud que la podemos constatar con mayor claridad en las actuales declaraciones y la falta de acción de parte de las autoridades chilenas, en relación a las justas reivindicaciones de los presos mapuches en huelga de hambre.

El desprecio hacia el indígena por la sociedad chilena, cultivado por el arribismo que se nutre de prejuicios raciales infundidos por la minoría blanca que controla el poder económico, que posee los medios de comunicación y gobierna el país no ayuda a la reconciliación. Como resultado de ese racismo endémico e institucionalizado sumado a la falta de una política indígena equitativa, está incitando cada vez a un mayor número de mapuche a cuestionar nuestra lealtad al estado chileno. Poco sirven los seductores conceptos que comúnmente se nos inculca, tales como: Chile es un país unitario y democrático, que somos todos chilenos, que tenemos los mismos derechos, con igualdad ante la Ley, etc. generosidad –no solicitada por los mapuches- de otorgarnos ciudadanía chilena. Este mandato constitucional nos resulta poco convincente, cuando vemos que nuestros derechos ciudadanos son diariamente violados, considerados en la práctica inferior o es simplemente relegado a un rango de segunda categoría.

Esta situación ha hecho que muchos mapuches, con sobradas razones, renuncien públicamente a su nacionalidad chilena, quemen banderas chilenas y hasta pidan en foros internacionales (incluyendo en la propia Naciones Unidas) sus deseos de viajar con su propio pasaporte Mapuche y no con el pasaporte que le da el estado opresor. La reciente  concesión de las autoridades chilenas de aceptar que la bandera mapuche flameé junto a la chilena, sea una forma solapada de prevenir los antagonismo que el símbolo chileno suscita en los mapuches. En el fondo pareciera ser una concesión que el estado se da así mismo para hacer que su símbolo nacional sea aceptado por el mapuche en su territorio ancestral.

Los antagonismos de nacionalidad existentes entre dos pueblos con culturas y visión del mundo distintos, tiene sus raíces profunda en la historia que también es diferente; aún está fresca en la memoria colectiva del mapuche, los método traumático utilizado por la naciente república durante el proceso de “integración a la civilización”, según la versión en los textos escolares y en la historia oficial que nos suelen iluminar, pero que para el mapuche no es más que un eufemismo de una guerra genocida de ocupación.

Estas dos interpretaciones de los hechos históricos están en permanente conflicto, los unos para justificar su agresión y los otros para establecer la verdad y defender sus derechos de pueblo milenario. En la historia “oficial” poco se habla de la guerra de tierra arrasada, impulsada por el ejército chileno durante su campaña militar denominada “Pacificación de la Araucanía” cuyo objetivo estaba encausada anexar el territorio de la nación Mapuche. Este trágico suceso que no solo masacró a gran parte de su población para despojarlo de sus tierras y recursos, les socavó su poder económico y por lo tanto su poder defensivo para de esta forma facilitar su dominación.

Por lo tanto, la política del estado chileno para “integrar” a los mapuches, sobrevivientes de la guerra, se caracterizó en la transformación de su situación económica, de comunidades ricas en producción agrícola y ganadera y de una pujante economía, al despojo casi total de sus recursos. Para corroborar lo anterior, veamos un extracto del comentario hecho, en marzo de 1803, por Pedro Quijada, Brigadier de los Reales Ejércitos y Comandante del Batallón de Infantería de la Frontera: “Yo que he visto por experiencia la situación de vuestros países, cuando hace pocos años me traslade por el Butalmapus* de Angol al gobierno de la plaza de Valdivia, llenos de haciendas y ganados de todas especies, adelantada la agricultura, vuestros mocetones y familias disfrutando la tranquilidad”(1)

La visión y actitud hacia el mapuche por el imperio español con el correr de los siglos había cambiado de “tribus salvajes” al de igualdad, al extremo que para su propia satisfacción y consumo publicitario interno manifestaban que los mapuches eran como ellos, vasallos del rey e hijos de un mismo dios, para los mapuches no le importaban los comentarios de extranjeros, pero si les importaba que le respetaran su frontera. Sin embargo, los nuevos colonialistas chilenos para justificar la agresión, iniciada a principios de la década del 1860, revivieron los mismos conceptos peyorativos contra el indígena utilizados inicialmente por los españoles, pero superados con el correr de los siglos.

Concluida la resistencia armada del pueblo Mapuche en el Gulumapu* en 1883 y la subsecuente anexión del territorio Mapuche, el estado chileno implementó una política de anexión territorial y de asimilación cultural de la población mapuche, fue un periodo de violencia, de despojo, venganza y humillación del mapuche. Las autoridades chilenas, simulando introducir mecanismos jurídicos que permitiera al mapuche defenderse de la acción de individuos deshonestos ansiosos de apoderarse de las tierras que el estado les había ‘otorgado’, el mapuche quedo expuesto a la benevolencia del chileno y como era de prever dichos mecanismos, además de ser ineficaces, no se respetaban. Con la complacencia del Estado el despojo de los medios de subsistencia del mapuche continúo, dando paso por un lado a la creación de grandes latifundios y por el otro el desplazamiento de la población mapuche a las ciudades y de paso creando un conflicto territorial que continúa hasta hoy. La huelga de hambre de los 34 presos políticos mapuche es la consecuencia de ese despojo, la falta de injusticia y un reflejo de esa resistencia de un conflicto interminable. 

Carentes de opciones económicas en sus empobrecidas comunidades los mapuches, para sobrevivir, fueron forzados a emigrar a la ciudad, donde pasaron a desempeñar ‘trabajos domésticos’ en condiciones de semi-esclavitud. Esta política de asimilación y de exterminio, que los chilenos llaman “integración”, el derecho internacional la denomina como genocidio, porque fue una medida intencional contra un pueblo que les arrebato sus medios de subsistencia y mediante la violencia lo sometió a condiciones infrahumana, generando así solapadamente la limpieza étnica, que también es condenada por las leyes internacionales.  

A pesar de los continuos embates contra el pueblo Mapuche, es importante subrayar la solidez histórica y jurídica de sus reclamaciones, en su lucha por recuperar su territorio y ejercer como cualquier otro pueblo su autonomía, organizar su gobierno y practicar su libre determinación. Como se sabe la Corona de España jamás conquistó el territorio Mapuche al sur de los ríos Bío-Bío (Chile) y sur del rio Colorado en lo que hoy es Argentina, la soberanía mapuche de su territorio se apoya en una treintena de tratados bilaterales con la Corona de España en la que reiteradamente se ratifica el tratado fronterizo de Killen anteriormente mencionado que estableció la frontera entre ambos pueblos.

Esta realidad destruye las argumentación criolla de ambas repúblicas que, con el objeto de explicar la ocupación del territorio mapuche, afirman que el territorio mapuche lo habrían heredado de España, con este fin se aferran al principio del derecho internacional uti possidetis. Pretendiendo desconocer hechos históricos por todos conocidos, y a pesar de la incoherencia de sus argumentos hoy siguen insistiendo nociones sobrepasadas por el tiempo.

El derecho internacional nos dice que solo las naciones soberanas firman tratados limítrofes, acuerdan tratados de defensa reciproca, asignen embajadores o se den una constitución, acontecimientos que en diversos períodos de su historia el pueblo mapuche ejerció y es acreedor. A esto hay que sumar que los primeros 50 años de la independencia de España ambas repúblicas se dedicaron a firmar tratados de paz con la nación Mapuche y a fortalecer la frontera establecida con España. Estos hechos con el correr de las décadas, los criollos denegaron su importancia histórica y jurídica o lo ocultaron, como  sucedió con la carta de Bernardo O’Higgins (recientemente fue revelada en Chile) después de casi dos siglos. O’Higgins en su calidad de Director Supremo de la nación chilena reconoció el 13 de marzo de 1819 al estado Mapuche, dice: “os habla el jefe de un pueblo libre y soberano, que reconoce vuestra independencia, y está a punto a ratificar este reconocimiento por un acto público y solemne, firmando al mismo tiempo la gran Carta de nuestra alianza para presentarla al mundo como el muro inexpugnable de la libertad de nuestros Estados”. (2)

Sin embargo, hay un hecho histórico que en la historia oficial no se esconde, es el hecho que durante la guerra de independencia de Chile y Argentina de España, el pueblo Mapuche  apoyo a España, mostrándolos como insensatos y traidores por aliarse con su enemigo; lo que no se menciona es que los mapuche, lo hicieron en cumplimiento con sus compromisos contraído en 1803 (7 años antes de la independencia de Chile y Argentina) con la Corona de España en el tratado de defensa recíproca de Negrete. Las clausulas de este acuerdo obligaba a la nación Mapuche prestar asistencia militar a su aliada, como efectivamente así fue, después que el 3 de marzo de 1814, el brigadier Gabino Gainza invocara a las autoridades mapuche el mencionado tratado. 

De tal manera que el héroe y padre de la patria chilena Bernardo O’Higgins fue nuestro adversario, como también lo fue el General San Martin y los héroes Cornelio Saavedra y el General Roca, estos dos últimos, feroces sanguinarios del pueblo Mapuche, promotor de la guerra de exterminio y la estrategia militar de tierra arrasada que saqueó y destruyo miles de casas, ordeno a quemar los sembrados y mato y robo los animales domésticos (para alimentar a la tropa) como ellos mismo lo confiesan en sus informes militares. Su objetivo era aterrorizar a la población civil y debilitar la economía mapuche y con ello coartar su poder de resistencia.

Tampoco el mapuche puede honrar a la bandera chilena, símbolo que en su nombre se masacró a decenas de miles de mapuche durante la mal llamada Pacificación de la Araucania, menos podría nuestro pueblo rendir homenaje a su ejército que valiéndose de la superioridad de su armamento bélica (adquirido en Inglaterra) masacró a nuestros hermanos bolivianos y peruanos, en beneficio de empresas mineras predominantemente Británicas. Este mismo ejercito, triunfante de la Guerra del Pacifico, concluida su expansión territorial por el norte, fue trasladado al sur para continuar con su orgía de sangre, esta vez contra el mapuche que defendía su nación, para consumar los planes de expansión territorial del estado chileno al extremo sur del continente.

Es por ello que aquellos chilenos que conocen la versión mapuche de la historia, les debe causar, sino repulsión al menos vergüenza la exageración en la celebración de un evento de una republica que nació para masacrar y conquistar otros pueblos; especialmente para aquellos chilenos que también llevan algunas “gotas de sangre indígena en sus venas”, porque según lo señalan sus propias estadísticas el 70 a 80% de la población chilena es mestiza. Sin embargo, debido a los estereotipos negativos contra el nativo solo se identifican con sus raíces europeas, excepto aquellos que se aventuran a investigar o viajar a Europa quienes para su sorpresa descubren, con decepción, que las “gotas indígenas” son más prominentes que la europea. Aquellos con mentalidad progresista asumen con orgullo sus raíces indígenas y dudo que se sumen al carnaval, otros lo harán con cierta reserva o con algún grado de culpabilidad, por el remordimiento de su conciencia que le golpea, que él o ella también lleva en sus venas ese componente indígena que se encuentra subyugado por la intolerancia y el racismo de una minoría blanca.

El actual Gobierno Chileno, haciendo caso omiso al componente étnico de su población y sin la menor sensibilidad, promueve a nivel nacional e internacional todo tipo de festejos, marcado de un patriotismo desorbitado, inconfundible con el jingoísmo propio de regímenes militares de corte fascista. Todo ello para mostrar ante el mundo una falsa unidad nacional, que ellos llaman “chilenidad” y que se empeñan en forjar una unidad nacional con ‘camisa de fuerza’, donde las ideas progresistas, como: reconciliación, reparación histórica y el respeto a la diversidad cultural no son temas a considerar, pretendiendo hacer invisible a los pueblos indígenas que lógicamente no formarán parte de la celebración.

Los esfuerzos del colonialismo interno de acallar sus voces, fracasaron y donde el uso de la fuerza bruta de ayer logro imponerse, fracaso rotundamente ganarse la confianza y el corazón del mapuche. Su patriotismo fanático, solo logra alejarnos aun mas y la ceguera prepotente y racista de la clase política, encuentra cada vez menos apoyo en la población chilena, muchos de los cuales, hoy solidarizan con la causa de nuestro pueblo Mapuche. Bajo este panorama que refleja la realidad histórica y contemporánea de los mapuches, no hay nada que celebrar en este bicentenario chileno, porque como lo hemos dicho es un evento que al producirse en 1810, los mapuches eran y siguieron siendo libres e independientes.

Para concluir, quizás las declaraciones de la Lonko Juana Calfunao del pasado viernes de 10 de sept. después de permanecer más de cuatro años injustamente encarcelada acusada de violar una ley que en el momento de cometer la supuesta “ofensa” no existía. Creo que su ejemplo sintetiza el sentir de la gran mayoría de los mapuche: “No piensen que la cárcel es motivo para doblegarse, al contrario, viene a fortalecerse, porque todo lo no me mata me hace más fuerte y seguiré reivindicando mis derechos territoriales”. (3) Para condenar a la Lonko Juana Calfunao, el parlamento chileno debió pasar una ley y aplicársela de manera retrospectiva; la Lonko ha sido torturada por la policía, hasta el extremo que sufrió un aborto como resultado del trato carcelario, ha sido arrastrada de sus trenzas en su comunidad por la policía y su casa y comunidad allanada repetidas veces. Su casa fue quemada por desconocidos en tres ocasiones, ha sufrido amenazas constantes de latifundistas, la policía y elementos racistas de su zona, para ella jamás hubo justicia, todo lo contrario las autoridades chilenas han urdido una persecución política contra ella para mantenerla encarcelada, lo único que han logrado es fortalecer sus convicciones y determinación.

Para muchos mapuches el bicentenario chileno será una fecha de reflexión, porque no obstante ser un evento que nada tiene que ver con nuestro pueblo, las políticas introducidas por los estados que posteriormente ocuparon nuestro país ha sido devastador para nuestro pueblo. Los casi 130 años, después de concluida la resistencia armada del pueblo Mapuche (1883), el pueblo mapuche sigue de pie luchando por sus derechos, defendiendo su cultura, su forma de vida y por la recuperación de su territorio; La convicción del mapuche que lucha por la libertad, autonomía y libre determinación no se ha extinguido, por el contrario se fortalece, cuyos dirigentes siguen levantado en alto el mismo compromiso con la libertad y libre determinación que inspiró la lucha de nuestros ancestros, convencidos que su lucha es justa y que esta vez tienen el respaldo del derecho internacional.

Bibliografía

  • Parlamento de Negrete 3, 4 y 5 de marzo 1803. Doc. Archivo Mapuche International Link

  • El Supremo Director del Estado a nuestros hermanos los habitantes de la frontera del Sud. Carta de Bernardo O’Higgins, Santiago, Sábado 13 de Marzo de 1819.

  • Información distribuida en Red Pulchetun. Viernes 10 de septiembre, 2010

 

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