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Una reflexión necesaria

Apuntes sobre la construcción de un partido mapuche

Un partido nacionalitario mapuche no sólo será el motor que imprimirá otra dinámica a las luchas políticas mapuche, sino que también ayudará a cohesionar más rápido a los mapuche. Por tanto, acercará la meta de la conversión del grupo en una nación, cuestión capital para los intereses de los nacionalistas mapuche, pues el nacionalismo es ante todo un fenómenos de masas. Y segundo, que por el carácter nacionalitario que debe encarnar, el partido imprimirá un nuevo sello a la política regional y nacional, pues expresará la ruptura centro / periferia.

Por José MARIMAN / Azkintuwe Noticias /14 de Diciembre de 2005

GULUMAPU / Al entregar esta breve y elemental reflexión sobre la construcción de fuerza nacionalitaria mapuche, entiendo que no estoy tratando de convencer a nadie sobre la importancia de construir dicha fuerza, en conexión con pensar un futuro para los mapuche (entendidos y asumidos como nación por los etnonacionalistas mapuche). Quienes son candidatos potenciales a leer esta reflexión, en realidad ya están convencidos de la necesidad de crear esa fuerza o ese instrumento. Es más, asumo que están decididos a dar el salto a la construcción ¡ya! de esa fuerza. Por lo anterior, esta nota está dirigida a ayudar en ese proceso con algunas ideas.

Diré, como premisa de entrada, que un partido es por excelencia el instrumento organizativo que permite la praxis de la política. Es cierto que otros instrumentos de la sociedad también juegan roles políticos o bien como ha ocurrido tantas veces en la historia, algunas organizaciones -los militares, por ejemplo- se toman el poder e imponen sus ideas, pero por lo común se trata de experiencias calificadas de ilegitimas en el presente (se califica de dictadores a quienes lo hacen), porque la legitimidad del acceso al poder en nuestros días, está fundada en un paradigma que otorga valor al partido y a la competencia democrática, y no a otros procedimiento u organizaciones para tales efectos. Al menos, insisto, en el presente de la historia humana y de la historia occidental, en la que -por cierto, no por gusto de nuestros ancestros- estamos inmersos.

También, y como segunda premisa, que no debemos olvidar nunca y sobre la cual debemos tomar plena conciencia, los partidos son a la vez agentes de conflicto y de integración social. ¿Qué se quiere decir con esto? En primer lugar, que un partido nacionalitario mapuche no sólo será el motor que imprimirá otra dinámica a las luchas políticas mapuche, sino que también ayudará a cohesionar más rápido a los mapuche. Por tanto, acercará la meta de la conversión del grupo en una nación (ayudará a que los mapuche se imaginen como nación), cuestión capital para los intereses de los nacionalistas mapuche, pues el nacionalismo es ante todo un fenómenos de masas. Y segundo, que por el carácter nacionalitario que un partido mapuche debe encarnar, el partido imprimirá un nuevo sello a la política regional y nacional, pues expresará la ruptura centro/periferia. Esto es, confrontará a un centro unificador y promotor de una cultura y un proyecto de nación homogénea e irrespetuosa de las diferencias, con una periferia étnica que no está de acuerdo con esa noción arbitraria, caprichosa e impuesta de unificación u homogenización, pues cree y valora la diversidad o la unidad en la diversidad.

Las líneas que siguen intentan mostrar algunas cuestiones elementales a considerar en la construcción de fuerza, como a explorar temas relacionados a estrategias, organización y puntualizar algunas tareas inmediatas que se desprenden de poner en movimiento una fuerza. Demás está decir, que la reflexión entera sólo tiene un valor informativo inicial, y que se nutre de las lecturas del autor y de su propia experiencia militando en un partido chileno de izquierda, en que estuvo asociado la mayor parte del tiempo a la estructura interna de esa organización (esto es, el cuerpo que construye y administra el edificio partidario). Esta nota no debe ser asumida por nadie como un modelo a seguir, sino como una invitación a conversar el tema, aportando las experiencias de cada uno, de manera de enriquecer una reflexión conjunta.

Supuestos que involucra un partido

I

En teoría política un partido es una maquinaria que reúne voluntades políticas tras unas metas generales o estratégicas a las que adhieren sus miembros. Creo que esa meta estratégica está clara para quienes convergen a la idea de crear el partido autonomista mapuche. Esa meta, indistintamente del nombre que se le quiera dar o fije en un papel de contrato de sus miembros o de principios futuros, es: autonomizar el País Mapuche o Wallmapu (aunque debamos partir por autonomizar el Ngulumapu quienes estamos del lado occidental del los Andes).

Ahora, ¿qué se entiende por País Mapuche o Wallmapu (lo que queremos autonomizar o la meta estratégica)? Eso aún es materia de discusión entre los mapuche en general, y entre los mapuche etnonacionalistas en particular. Mi propuesta de 1990 hablaba de la IX Región más comunas adyacentes de la VIII y X regiones (Santa Bárbara, Cañete, Tirwa, Pangipulli, San José de la Mariquina, por nombrar sólo algunas). En un artículo reciente titulado "Walmapu tañi kizungünewün" (ver Azkintuwe Nº 14), Víctor Naguil ha vuelto sobre esa propuesta, reforzando ese territorio pero ampliando su base. Bajo el concepto de cuatro realidades territoriales el autor habla de un espacio que cubriría los territorios antes mencionados, se extendería hasta Chilwe y por su lado oriental algunas provincias argentinas. También sabemos que AWNg desde comienzo de los 1990 ha hablado de un territorio mapuche que cubriría el espacio geográfico que va desde el rió Biobio al sur (entender ese sur como Chilwe). La CAM, por su parte, se enfrascó en una lucha por la recuperación territorial, sin necesariamente definir cual era la totalidad de ese territorio o su meta estratégica. Y, las "identidades" -como la Lafkenche, la Nag-Che y otras- se han caracterizado por incorporar nociones de territorio más bien reduccionistas y atomizadoras de una designación espacial global y para todos los mapuche.

Por último, de los mapuche en Argentina desconocemos propuestas de este tipo, por lo que sólo nos es posible especular sobre el punto. Puede que los mapuche en Argentina vean las cosas con otros ojos, que habrá que respetar en la medida en que adhieran también a un proyecto nacionalitario como el actual, de construcción de fuerza y de liberación nacional mapuche. Por lo pronto, la dimensión argentina de la cuestión nacional mapuche, que ha ido cobrando más y más relevancia en los últimos años, ha modificado -o debe modificar en aquellos que no han reflexionado el tema aún- nuestra concepción de la cuestión territorial nacional. Ella nos ha ayudado a abrir nuestra visión de dicha problemática, influida por el paradigma estatal territorial. Puesto de otra forma, nos hemos acostumbrados a ver las cosas como chilenos o como argentinos, cuando nuestra problemática cruza esa noción y es claramente binacional.

Creo que debemos asumirnos como mapuche no importa si estamos aquí o allá en referencia al este u oeste los Andes, aunque las soluciones políticas que alcancemos no se correspondan necesariamente con nuestra voluntad y deseo (y aunque nuestra lucha en específico sea aquí y no allá y viceversa). Con todo, la influencia mapuche argentina nos ha hecho -a mi personalmente-, mirar al Wallmapu como un espacio más amplio (de allí que mi propuesta territorial del 1990 no represente hoy el Wallmapu que imaginaba en el 1990, sino un posible -política y administrativamente hablando- Ngulumapu, quizá no ideal pero políticamente más viable de autonomizar que otras propuestas. cuestión discutible, por cierto). Hoy, tanto mapuche del lado este de los Andes como del lado oeste hablan/hablamos de un Wallmapu que comprende una región este: Puelmapu, y una oeste: Ngulumapu (ambas por precisar con mayor exactitud en el tiempo).

Al igual que la delimitación exacta del territorio que se ha dado en llamar País Mapuche o Wallmapu parece no estar absolutamente clara, la cuestión población comprendida en ese territorio no lo está. En otras palabras, no está claro aún cual es la población beneficiaria de la meta estratégica o a quien el proyecto nacionalitario pretende liberar. Aunque la cuestión parece fácil de dirimir, afirmando "los mapuche desde luego", nadie ha abordado este tema minuciosamente. En el caso de Víctor Naguil -escrito mencionado- cuando lo hace postula la idea de volverse mayoría en él o ser población hegemónica gracias al peso sociológico de volverse mayoría en él (debemos entender entonces que Víctor está hablando de un proyecto centrado en los mapuche). Víctor alienta generar algunas políticas que pudieran detener la emigración mapuche ahora (que vacía particularmente la IX Región y comunas adyacentes de población mapuche), y otras que fomenten el retorno de los mapuche de la diáspora (pretensión un poco idealista en el corto plazo).

Pero Naguil nada dice respecto de las implicancias políticas del hecho de que la mayoría de la población en esa región mapuche no son mapuche ahora mismo, y probablemente se mantendrán ahí y siendo mayoría por mucho tiempo (sino per se). Tampoco nada dice respecto del hecho de que probablemente esa gente nunca se querrá ir de esa región (o no se pone en ese escenario), cuestión que nos hace enfrentarnos al dilema de recuperar un territorio para una utopía de nación mapuche (y en el cual hay que volver a ser mayoría en él), en que los wingka tienen un peso sociológico-poblacional gravitante. ¿Qué haremos frente a eso? ¿Se va ha proponer políticas para echarlos? ¿Políticas para hostilizarlos y provocar que tomen ellos mismos la decisión de irse? ¿Políticas para alentar que se queden? ¿No políticas? ¿Qué hacer?

Por lo pronto, y porque creo que estos temas serán sacados rápidamente a flote por el nacionalismo chileno, para generar una correlación de fuerza favorables a ellos, es que creo que hay que generar una opinión y posición sobre el punto. Personalmente me inclino al tipo de soluciones civiles que se han adoptado en lugares donde las autonomías son realidades (España, por ejemplo). Esto es, en los Estatutos de Autonomía de esos lugares se estipula que las personas tienen la condición "política administrativa" de catalanes, vascos o gallegos, por el hecho de tener la vecindad administrativa en el territorio considerado País Catalán (Catalunya), Vasco (Euskadi) o Gallego (Galiza). En otras palabras, hablando del futuro pero preparándolo desde ya (o por lo menos de mediano plazo en adelante), es que creo que en esa meta estratégica de recuperar un territorio, habrá operando en él dos tipos de mapuche: aquellos que devienen en serlo dado su conexión con ancestros mapuche (conexión con la nación cultural mapuche y con la identidad cultural o étnica mapuche), y aquellos que devienen en serlo porque política y administrativamente residen en el territorio denominado País Mapuche. En este último caso, las personas adoptan políticamente la identidad regional territorial mapuche por el sólo hecho de residir en el territorio, y para efectos de ejercer derechos cívico-políticos en el País Mapuche, como lo es la participación en la elección de autoridades políticas a nivel de la región, las provincias o los municipios cuestión que exige estar inscritos en registros electorales del País Mapuche (la sociedad mapuche del pasado acepto la conversión a mapuche de no mapuche como se aprecia en no pocos apellidos considerados mapuche sin serlo: hay mapuche Avendaño, Sánchez, .etc.).

Deteniéndose un poco más en esto, en Chile se usa identificar a las personas por el lugar de donde vienen, así se habla de santiaguinos, porteños, temucanos, carahuinos; pero no se usan los gentilicios regionales para delimitar macro identificaciones. Esto es, nadie habla de "araucanos" para quienes vienen de la Araucanía como de laguinos para quienes vienen de la X Región de los Lagos o O'Higinianos para quienes vienen de la VI Región. Pues creo que es hora de que los etnonacionalistas mapuche inventen un gentilicio de ese tipo y lo impongan en la batalla diaria por alcanzar la meta estratégica de autonomizar el Wallmapu (comenzando por el Ngulumapu para quienes estamos del lado occidental de los Andes). La verdad es que no hay que ser para nada original en esto, porque se trata nada más y al fin de cuentas de denominar a la población en general del área mapuche como mapuche.

Ello, por cierto, traerá confusión en las filas chilenas como en las propias (comenzando por los propios cuadros etnonacionalistas). La confusión del primer grupo es combatible, diciéndoles a los chilenos o argentinos que no se está poniendo en cuestión con ese hecho su identidad estatal chilena o argentina, que está refrendada en sus cédulas de identidad nacional, pasaportes y otros documentos oficiales (no sería malo ensayar con esto para ver el impacto en municipios con mayoría mapuche). Y, respecto de los segundos, un gran trabajo de convencimiento se impone haciéndoles ver la importancia política de la medida en términos de luchar por un futuro para los mapuche. Esto es, haciéndoles ver que es mejor sumar a los chilenos que viven en el mismo espacio, que restarlos y tenerlos del lado de los nacionalistas estatales que combatirán nuestras ideas y proyectos (ya lo han estado haciendo).

En resumen, si bien hay avances notorios en términos de fijar una meta estratégica que hace posible ya operar con ella en términos más o menos acabados, no es menos cierto que hay algunos temas sobre los cuales seguir profundizando. En mi opinión, no es gravitante que haya un consenso absoluto e inmediato para operar. Esto es, no tiene porque estar ni totalmente delimitado ese territorio a cabalidad ¡ahora!, para hacer lo que creemos se debe hacer ya (la creación del partido); ni tampoco la cuestión población en él y el problema del peso sociológico y la hegemonía poblacional en él. Esas discusiones se puede postergar hacia delante y dejar que sean más mapuche y también técnicos mapuche (geógrafos, historiadores, antropólogos, etc.), quienes finalmente aborden el tema en el tiempo, y ayuden con visiones más sagaces a delimitar el espacio y la cuestión población y denominación. Por ahora bastemos algunas nociones más o menos precisas.

Reforzando más esto último, la meta estratégica en su forma concreta puede quedar un tanto nebulosa o ambigua, bajo el concepto de territorio binacional, y sobre el cual se pueden mencionar áreas o espacios como ya se ha estado haciendo, sin decir esto es finalmente nuestro territorio y nada más que esto (oleado y sacramentado). Lo mismo digo de la discusión sobre población, mayorías, hegemonías y gentilicios. Tratar de definir esos tópicos ahora y a la rápida me temo que acarrearía confrontaciones con sectores que se pudieran sentirse pasados a llevar, y que no beneficia al etnonacionalismo en absoluto. Por lo demás, en conceptos amplios y ambiguos caben todas las propuestas que se han hecho hasta ahora, siento la actitud más agregativa que confrontacional, en momentos en que el etnonacionalismo mapuche quiere despegar y no seguir atrapado en el suelo gracias a la inercia que se ha transformado en nuestro fuerza de gravedad a vencer. Hay que recordar en todo momento que nuestro objetivo nacionalitario del momento es la construcción de la fuerza nacionalitaria ¡ahora!, antes que cualquier otro, y a eso debemos abocarnos con toda nuestra fuerza, voluntad y ganas.

II

Para lograr realizar esa meta estratégica es necesario que los militantes del partido diseñen un camino para llegar a ella. En adelante hablaré de táctica o de diseño táctico en alusión a ese camino. Pitágoras, filósofo griego, explicaba que el camino más corto entre dos puntos es la recta que los contiene. Si aplicáramos esa premisa pitagórica al diseño táctico dirigido a alcanzar la meta estratégica mapuche, tendríamos que diseñar esa táctica en términos absolutamente confrontacionales. Esto es, la única forma de lograr esa meta estratégica ¡ya!, ¡ahora!, es echando a todos los chilenos y argentinos -digamos mejor colonos alienígenos- de ese territorio. Como se comprenderá esa parece una tarea exorbitante (y, por que no, absurda también). Ellos no se irían aún cuando se los pidiésemos con las más corteses palabras y maneras. Lo más probable es que se reirían de nosotros, y algunos -nada más de aburrimiento- argumentarían que tienen tantas raíces como cualquiera en dicho territorio, que les pertenece por derecho de conquista desde hace uno o más siglos. Eso reduce la acción a los garrotazos, pero se comprenderá que las posibilidades de imponernos en ese terreno son nulas. Son ellos, los colonos, los que tienen no sólo una ventaja numérica abismante sobre nosotros (que en las estadísticas cénsales, con la excepción de la IX Región, no pasamos el 10% en esos territorios), sino además los ejércitos, las armas y toda la tecnología de la guerra moderna. En consecuencia, las vías más directas, que en general son las vías militares desbocadas, y en donde la política se reduce a los porrazos, no tienen muchas posibilidades con nosotros (en mi concepto nos condena a perder a priori).

Pero si la premisa pitagórica aplicada a la política no nos sirve, ¿cuál podría ser nuestro diseño táctico? Este es un tema de discusión de siempre o permanente en un partido. En general, la acción política hacia una meta estratégica no es nunca tan lineal (a menos que se pretenda emular los procesos -despreciables en mi concepto- de limpieza étnica. no creo necesario ejemplificar). Esto es, la más de las veces la acción política hacia una meta estratégica es zigzagueante. Me explico, la acción política no se realiza en un vació político, en que sólo las intenciones de uno cuentan. Las acciones políticas se realizan en contextos humanos donde hay necesidades, intereses, expectativas diversas y algunos en abierta contradicción. Eso significa que a la acción política de uno se opondrá la acción política de un otro. Los diseños tácticos permiten precisamente evaluar lo que es mejor ¡ahora!, para sortear ciertos obstáculos que nos impiden avanzar a la meta estratégica. Y toman en cuenta datos fundamentales en el proceso de sugerir acciones políticas determinadas, como es saber si se tienen o no una fuerza propia -imponente y potente- en un momento determinado, como para imponer esa meta estratégica ¡ya! O bien nos ayuda a darnos cuenta de que hay que buscar aliados para ganar batallas iniciales y no menores, que se inscriben en la perspectiva de lograr el objetivo final.

Un diseño táctico es como jugar al ajedrez político, pensando la respuesta del oponente antes de que siquiera hayamos hecho nuestra jugada (pensar los escenarios futuros). No es casualidad entonces, que los partidos hagan congresos, conferencias, coloquios, consultorías, etc., para recoger ideas que evalúan la coyuntura en que se está, y ayudar así a fijar las líneas que marcarán la conducta política por las próximas semanas, meses, años. Al pensar un diseño táctico pertinente a una fuerza nacionalitaria mapuche, estimo que debiera discutirse lo más a fondo posible cuestiones como las siguientes. ¿Cuáles son las propuestas que ya se han hecho respecto a autonomía? ¿Cuáles son sus puntos fuertes y sus debilidades? ¿En que momento estamos como mapuche? ¿Cuál es la inserción del discurso nacionalitario mapuche en la sociedad mapuche?

En principio yo podría tratar de responder a esas preguntas diciendo que no son muchas ni abundantes las propuestas mapuche de autonomía. Se reducen a la propuesta mía de 1990, las de AWNg de 1991, 1992 y alcances posteriores en 1999 ("Propuesta Nacional para el Reconocimiento de la Nación Mapuche y sus Derechos"), la de Domingo Marileo en 1996 ("El Pueblo Mapuche Tiene Derecho a la Autonomía, 1996 y Nación, Pueblo y Soberanía"), la de la Identidad Territorial Lafkenche de la provincia de Arauco de 1999 ("De la Deuda Histórica Nacional al Reconocimiento de Nuestros Derechos"), la de Francisco Huenchumilla Jaramillo en el 2000 ("Propuesta y El Conflicto entre e Estado, la Sociedad Chilena y el Pueblo Mapuche"), finalmente la que ha hecho la Identidad Nag-Che en enero del 2004. Y no todas ellas realmente son propuestas de autonomía, como las de Huenchumilla y los alcances del AWNg del 1999. Esas discusiones debieran producir un nuevo producto, una síntesis a la cual todos adhieran o la mayoría adhiera.

Lo que me parece meridianamente claro, al menos en este minuto de nuestra historia, es que opciones militares no tiene ninguna perspectiva de éxito en acercarnos a esa meta, y por el contrario, facilitaría las cosas al nacionalismo estatal dominante, hegemónico y asimilacionista en el sentido de hacernos desaparecer cuando antes de escena. Recojo entonces en guante de las sugerencias planteadas ya en 1990 en mi documento, refrendadas por Naguil recientemente (documento citado más arriba), y a la cual han venido convergiendo lentamente AWNg y las identidades, en el sentido de valerse de la democracia y de la descentralización administrativa y de gobierno en Chile para desarrollar los cambios requeridos (en el caso del Puelmapu, siendo Argentina un país supuestamente federado hay que hilar más fino). El caso de AWNg es interesante en su evolución discursiva, si se considera que a inicios de los 1990 sostenía que la democracia era propia de sociedades divididas y decadentes, para luego meterse de lleno a participar en elecciones, levantando la candidatura fallida a diputado -y hoy a presidente- de su máximo líder, el werken Aucán Huicamán. El caso de las identidades también es destacable, pues algunas con algún grado de éxito (no sin articular alianzas con partido estatonacionales chilenos), han puesto alcaldes en algunos municipios (Identidad Lafkenche).

Quiero extenderme un poco más en esto de las alcaldías y municipios. En mi documento del 1990 se mencionaba como táctica la lucha política por el municipio. Ello, porque claramente para la fecha aparecía percibido como el organismo político-administrativo más autónomo del edificio estatal chileno. Entonces, la apuesta era -contraviniendo a su vez la apuesta que hacia por esos años el Partido de la Tierra y de la Identidad (PTI) de saltar de la nada al todo o de la no existencia a ganar bancas en el parlamento- competir en estos espacios, ganar unos cuantos de ellos y legitimar en el ejercicio del poder en ellos, un discurso y una acción política de carácter nacionalitario. Víctor Naguil ha vuelto recientemente a insistir sobre este punto, y como sabemos otros sin teorizarlo lo han hecho realidad durante los años pasados, se han envuelto en la lucha política por los municipios y hasta llegado a ser alcaldes. Sólo que sin discurso, praxis ni menos programa ni voluntad nacionalitaria.

Una tarea que se impone a los nacionalistas en la construcción de partido, es ir a ver esos municipios ya conquistados por mapuche, y percibir en que han fallado así como cuales han sido sus éxitos. Naguil menciona, por ejemplo, la necesidad de declarar lengua oficial el mapudugun en los municipios. He ahí una vara para medir lo obrado por esas gentes a favor de su nación, ¿han hecho eso en el municipio de Tirwa bajo el dominio de un mapuche miembro de la identidad Lafkenche -ex o quizá aún socialista? Esa no es una investigación menor, si se considera que muchas organizaciones mapuche tienen incorporadas en sus programas la demanda del bilingüismo, incluida creo, la identidad lafkenche. Entonces, podríamos esperar que después de más de un periodo en el ejercicio del poder los lafkenche hubieran dado pasos significativos en términos de recuperar la lengua. ¿Es así o ello no ha ocurrido? Y, entonces, ¿por qué si o por qué no?

Pero eso no es todo, las condiciones del 1990 en que se formulaba ese diseño táctico de legitimar el discurso nacionalitario sobre la base de una práctica nacionalitaria pública en los municipios, hoy no lo es todo. Varias cosas han ocurrido que hacen que sea necesario modificar ese diseño táctico ampliándolo. Primero, hoy hay más etnonacionalista y ya casi un partido en marcha (cuestión que sólo era soñada por los etnonacionalistas mapuche que teorizábamos a comienzos de los 1990). Y, segundo, hoy hay más personas demandando profundizar la descentralización política y administrativa chilena y la democracia. Y ojo, hay fuerzas chilenas articulándose como movimiento en esa dirección (me refiero a los regionalistas a cuya cabeza está el ex rector de la Ufro von Baer, a los federalistas y no quiero dejar afuera las propias lecturas que desde el gobierno y las fuerzas políticas detrás de él se están haciendo).

Todo indica que cambios en esa dirección vendrán muy luego y si los etnonacionalistas no son capaces de levantar su voz e imaginar una dirección para esos cambios, lo más probable es que el mapa administrativo nos cambie enredándonos más las cosas (ver a Naguil en esto y sus insinuaciones y también retrospectivamente el diario Austral (mes de mayo), en que se habla de la creación de una nueva provincia y modificaciones a la IX Región). Por ejemplo. Eso podría ocurrir de crearse dos regiones a partir de la IX, que haría casi un imposible -o cuando menos dificultaría más las cosas- luchar por agregar a una IX Región las comunas adyacentes de la VIII y X con población mapuche, para así formar un territorio primario en Chile y desde donde soñar con los pies en la tierra por engrandecerlo. Como se aprecia, yo pienso que la coyuntura impone hoy no sólo actuar a micro nivel político: el municipio, sino también a macro nivel político: la IX Región.

De todo lo expuesto más arriba se puede concluir que un diseño táctico debería enfatizar la lucha política por profundizar la democracia y la descentralización, actuando en el nivel micro (municipio) y macro (la IX Región) político. Y en ambos casos las tareas son más o menos las mismas. Ver las posibilidades de acceder a grados de poder ya sea compitiendo contra el mundo donde se pueda y hayamos construido fuerza (municipios de mayoría mapuche en que podemos confrontar a los partidos estatonacionales), o bien participando de alianza políticas con partidos estatonacionales que no nos usen como comparsa para llegar al poder (los acuerdos de este tipo deben asegurarnos cupos antes que promesas de hacer gestiones a nuestro favor).

Si se logra en el tiempo a macro nivel ganarse el respaldo del voto mapuche, se puede lograr jugar exitosamente con la situación de minoría, ayudando a conformar mayorías de gobierno en competencias entre chilenos bastante divididas como se ha visto ahora último. Claro, que eso exige echar por tierra el sistema binominal y en consecuencia impone una tarea a los etnonacionalistas de trabajar en esa perspectiva con todos aquellos que lo vean necesario, sin importar nacionalidad ni tendencia política. Para elaborar mejor eso es necesario que el partido cuente con una Comisión Política, sólo que al tocar este tema entro en el tema de la organización del partido y eso es otro tema que me gustaría desarrollar más adelante / Azkintuwe

* Artículo publicado en Periódico Azkintuwe Nº17. Diciembre - Enero de 2006. Pág. 14, 15 y 16.

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